sábado, 30 de julio de 2011

La literatura y el cine

A pesar de su poderosa imaginación Laurence Sterne tal vez no pensó que con su novela "Tristram Shandy" contribuiría a fundar un maravilloso arte que 135 años más tarde recibiría el nombre de cine. Algunos creen, deslumbrados por la tecnología, que en el plano de la forma la literatura es deudora del cine. No: el cine es un inmenso deu¬dor de la literatura: se evidencia en el texto a partir del cual las adaptaciones homologan la es-tética literaria con la estética del cine. Esta homologación ha ocurrido -para sólo citar casos al azar y muy conocidos- con "Hamlet" de Shakespeare, "Sin novedad en el frente" de Erich María Remarque, "Guerra y Paz" de Tolstoi o las más recientes "El Padrino" de Mario Puzzo, "En el nombre de la rosa” de Umberto Eco, "Relaciones peligrosas" de Choderlos de Laclos y “Lolita” de Vladimir Nabokov. Sterne propiciaba lo que Tzvetan Todorov llamó el "tiempo de la lectura" y el "tiempo de la escritura", iniciando (descontados los paréntesis conocidos) el proceso de experimentación literaria que años después influyó en todas las artes.

Interesa resaltar cómo el cine se ha apropiado de técnicas literarias aplicadas desde el "Ulises" de Joyce, multiplicadas y refinadas por narradores posteriores. El "flash-back", el narrador atestador, el monólogo interior, el entrecruzamiento de planos espaciales y temporales, la combinatoria de puntos de vista, el tiempo circular son algunas de esas técnicas. Esta apropiación ha sido muy intensa desde la década setenta del siglo XX y ha enriquecido tanto la formalidad como la contextualidad fílmicas que parecían erosionarse, particularmente, en el cine estadounidense. En este sentido se han logrado filmes excepcionales como "Reds" (la biografía de John Reed, autor de "Los diez días que estremecieron el mundo") y no tan brillantes como "Star 80", film en el que, no obstante, las imágenes se organizan a través del "flash-back", el narrador atestador y la conciencia fluida. "Reds" es un relato lineal alternado con voces narrativas que, mediante el testimonio, reconstruyen la vida de aquel periodista estadounidense cuya entrega a la causa del comunismo también conmovió al mundo. En "La decisión de Sophie", basada en la novela de Styron del mismo nombre, el montaje se articula con el relato lineal, el monólogo interior reducido a Sophie -judía sobreviviente de un campo de concentración- y el testimonio de una voz anónima (evocadora del "personaje de nuestra ciudad" de "Los hermanos Karamazov") que completa la biografía de esta desgraciada mujer. Se trata en estos dos últimos casos de una magnífica correspondencia entre la técnica y la anécdota, es decir, entre el discurso y la historia.

Entre los filmes subsiguientes, "Relaciones peligrosas" revela con gran acierto esa influencia formal de la literatura sobre el cine. Con actuación brillante de quienes encarnan a los cuatro principales personajes (nominadas Glen Glose y Michelle Pfeiffer simultáneamente al Oscar 1988) esta película es una réplica de la disposición formal de la novela cuya historia descansa exclusivamente en las cartas que se remiten los personajes. El film extrae los enunciados más significativos de cada carta para desarrollar el trabajo de los actores y convertirse, al final, en una magistral síntesis de la compleja novela de De Laclos. Hay un estimulante campo para investigar las relaciones entre la literatura y el cine, este último como forma decisiva del arte actual.

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