En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
En
estos días cruciales que está viviendo Venezuela, acudimos ante Ti, Padre, para
pedirte que, a nosotros, parte del pueblo de Dios, congregados en esta iglesia
tuya, Monte Sion, nos des devoción, fuerza espiritual y perseverancia para
trabajar -en oración, ayuno y Palabra- por el perdón de nuestro país y su conversión en una nación
cristiana.
Perdón, decimos,
Padre, porque Venezuela, ha caído en la idolatría (practicando la adoración
humana), en la brujería y la santería, suplantándote en tu majestad única y tu
infinita misericordia. Toma el control del país, Padre Amado, y toca el corazón
de todos para que te reconozcan y sientan el anhelo de buscarte pues, como dice
Hebreos 11:6, Dios “es galardonador
de los que le buscan”. Porque sólo Tú otorgas la paz verdadera, la unidad de tus
hijos, la sanidad de cuerpo y de espíritu, la prosperidad que viene por
añadidura.
Bendice,
Padre, a los que en este país están en eminencia, a uno y otro lado del poder
oficial. Bendícelos para que obren con buen
criterio y sus acciones de gobierno, por tanto, beneficien a todos, sin
discriminación de ningún tipo. Bendícelos para que privilegien el diálogo, promuevan
la unión y no la división, fomenten el
amor al trabajo, la disciplina y la conciencia ciudadana, la libertad
responsable que permita la promoción de los valores del espíritu y de la moral.
Bendice
a Venezuela, Señor, para que abunden las iglesias que se lancen a predicar el
Evangelio y a difundir la vida santa y hermosa de Cristo Jesús y para que, con
ello, innumerable multitud de sus habitantes reciban a Jesús como su Señor y Salvador.
Bendice
a Venezuela para que en ella se produzca pronto el avivamiento que le está profetizado
y para que, por ende, la desobediencia en que ha incurrido no traiga las
temibles consecuencias que la desobediencia acarrea y que también han sido
anunciadas. Pero Dios es infinitamente misericordioso y probadamente bueno y si
el arrepentimiento toca el corazón de los seres humanos y es expresado con
sinceridad, el perdón del Padre Eterno es solícito, no tarda, y es abundante.
Bendice
a Venezuela, Señor, para que se convierta en un país de luz, en un país de
fraternidad, de oración, de inquebrantable paz interna y difusor de luz y de
paz hacia otras naciones. En un país testimonio cuya Constitución y leyes de cualquier dimensión se inspiren en
las Sagradas Escrituras.
Y
bendícenos a nosotros, Padre Amado, para que, con fe profunda y vocación
apasionada por Jesucristo, llevemos a cabo la Gran Comisión: “… id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado…” Para lo cual Cristo Jesús,
junto con ese mandato, nos dio una garantía o cobertura, que es Su promesa: “… y he aquí yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Gracias,
Señor, gracias por todo lo que nos has dado, comenzando por la vida, ese don
maravilloso, con el cual, desde el principio, incluso antes de que comenzáramos
a ser, nos revelaste tu existencia y también tu misericordia y tu infinita
capacidad de perdonar, reflejo de tu amor inagotable.
Gracias
por siempre, Señor.
Recibe
estas súplicas en el olor fragante de tu Trono Majestuoso y en el Nombre Poderoso
y Santo de Jesús.
Amén
y amén