La
izquierda internacional, sin duda que la radical, apuesta por el comunismo.
Digo radical porque hay una izquierda equilibrada, racional que apuesta por una
democracia interesada en el bienestar de las personas. Se autodenomina, por
ello, socialista democrática. La radical habla de socialismo también, pero el
suyo es un socialismo anclado en el marxismo-leninismo y entiende que éste es
la antesala del comunismo, suerte, creen, de estado nirvánico donde el Estado
desaparece y los seres humanos viven en sempiterna paz y abundancia.
Cuando
una nación cae en las manos de la izquierda radical –caso de Cuba, del Chile de
Allende, de la Venezuela de Chávez y de Maduro- la misma comienza a construir
el comunismo, hablando de socialismo. Abolen la propiedad privada, para lo cual
dan lugar a medidas de expropiación que rápidamente generan escasez e
inflación. En la medida en que avanzan, la escasez se agudiza, la inflación se
dispara y la pobreza cunde. Expropian y establecen controles de precios,
frenando la producción. La característica de la expropiación
socialista-comunista es la de que el Estado quita al propietario sus bienes y
los pasa a los “trabajadores” que, en definitiva, se aprovechan de lo mejor que
tienen y luego los abandonan. Entonces la tierra expropiada, la empresa
expropiada, se tornan ociosas.
El gobierno socialista-comunista, inspirado en
el marxismo-leninismo, propicia un Estado interventor y deriva en dictadura. Se
impone un Estado policial: el libre pensamiento, el derecho a opinar, la
libertad de culto, la libre empresa, la libertad de tránsito, el derecho a
viajar al exterior, etc. quedan bajo la voluntad del Estado. Se suscita
entonces una atmósfera tenebrosa en la nación. El país se deteriora
materialmente. Espiritualmente se deprime. De allí que los países comunistas
sean oscuros, tristes, pobres, feos y, para el alcance de mínimos disfrutes de
confort, corruptos. En el plano de las creencias toma lugar la brujería que al
cabo de pocos años adquiere niveles gigantescos. Es, según se dice con
frecuencia, el caso de Cuba. De allí que en los gobiernos chavistas –el de Hugo
Chávez y Maduro- la brujería haya llegado a extremos alarmantes. El
materialismo histórico, pieza fundamental de la teoría marxista, promueve el
ateísmo al sostener que el ser humano es resultado de la evolución de la
materia. Luego, el ateísmo, junto con la brujería, da lugar a un ambiente
espiritual caracterizado por la contienda, la violencia, la desconfianza, el
odio, la mentira, la agresión, lo cual, aunado a la ínfima productividad
inherente al sistema socialista-comunista, trae una atrasada y sombría
situación nacional. Se trata, por tanto, de una situación donde las fuerzas
oscuras prevalecen. El predominio de Satanás. La manifestación del comunismo
como sistema diabólico. Es justamente cuanto está ocurriendo en Venezuela, en
una especie de anticipación de Cuba (afortunadamente rechazada por la mayoría
determinante de la población). De allí las dramáticas colas, la falta de
medicinas, los malos servicios, la falta de gas, la falta de utensilios de todo
tipo, el odio, los grupos violentos armados por los detentadores del poder, etc.
Para
la iglesia cristiana venezolana hay un gran reto, tan grande que de ella
depende en grado casi exclusivo la superación de esta desdicha. ¿Cómo lo ha de
enfrentar? A través de la oración, el
arma por excelencia de los seguidores de Cristo. La oración, oración y más
oración, en el nombre de Jesús. Continua y fervorosa, llena de fe. Fe que
cimienta la santidad. Y entonces Dios escucha. Porque sin “fe es imposible
agradar a Dios” y sin santidad es imposible llegar a Su Presencia.
La
Iglesia de Cristo, el Cuerpo de Cristo está orando en Venezuela, y en él un remanente santo se destaca a diario. Por
eso hay fundada esperanza. Y ya el Señor ha hablado a través de sus profetas.
Habrá una nueva Venezuela, gloriosa, orante, próspera. Ya los dolores de parto
se sienten. Pronto la veremos. ¡Bendito sea el Señor, Dios-Jehová de los
Ejércitos!
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