Apocalipsis
Este
es uno de los libros más importantes de la Biblia. Escrito por el apóstol Juan
aproximadamente en el año 95 en la isla griega de Patmos. Dios lo reveló a su Santo Hijo quien, a través
de su ángel, lo reveló (o dictó, sería mejor decir) al apóstol.
Juan
fue enviado como exiliado por el emperador Domiciano después de ser echado a morir
en una tina de aceite hirviendo, a lo que sobrevivió milagrosamente. El
emperador, acobardado, desistió y lo envió a Patmos. Allí, en una cueva,
escribió esta profecía, considerada por muchos estudiosos la más importante de
la Sagrada Escritura. Patmos forma parte del archipiélago del Dodecaneso (del
gr. Dodekánisa, doce islas), con unos
36 km. cuadrados, y tiene hoy día unos 2.500 habitantes; situada en el mar
Egeo, al sureste de Grecia y suroeste de Turquía, es vecina de Éfeso y Esmirna,
dos de las ciudades a las que está dirigido el Apocalipsis.
Los
acontecimientos indicados en este libro están relacionados con el
arrebatamiento, hecho fundamental descrito por Pablo en las cartas a los
tesalonicenses y corintios. Así en 1ª. de Tesalonicenses 4:13-17
encontramos una descripción clara del mismo:
Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis
acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no
tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también
traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en
palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la
venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo,
con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del
cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor.
La
segunda venida de nuestro Señor se divide en dos partes: el arrebatamiento y la segunda venida propiamente dicha. En
la primera el Señor descenderá de los cielos, pero sin poner pie en tierra; los
que hayan muerto en justicia y vivan en justicia serán arrebatados, es decir, tomados con suma rapidez (“en un abrir y
cerrar de ojos”) y elevados a las nubes donde se encontrarán con él y vivirán
junto a él. Solo lo verán quienes reciban esta gran recompensa.
Inmediatamente
después comenzará la Gran Tribulación (algunos hablan de Tribulación, pero es
más pertinente Gran Tribulación pues,
como dijo Jesús, no habrá una mayor ni antes ni después de ella). Será un
periodo de siete años, dividido en dos de siete años y medio, conmocionados por
21 calamidades representadas en los siete sellos, siete trompetas y siete
copas. Pero el segundo periodo será más grave porque durante el mismo aparecerá
el Anticristo, un personaje atroz, encarnación del maligno, que dará lugar a
una persecución terrible contra los creyentes en Dios y Jesucristo. A todo
aquel que confiese al Señor lo someterá a decapitación, y a quienes lo acepten
a él les impondrá una marca sobre su frente o sus muñecas, el 666. Con esta marca salvarán sus vidas y podrán comprar y vender,
acceder a alimentos y bienes, etc. El Anticristo se proclamará dios y exigirá
adoración, haciendo que estatuas suyas se levanten en todos los lugares de la
tierra. Será tal el poder que el maligno le confiera que estas estatuas –dicen
algunos eruditos- podrán hablar. Será carismático, elocuente, solucionador
(aplicando la tecnología muy avanzada) y también invertido sexual. Dominará el
planeta como dictador y se instalará en Jerusalén donde, finalizando el
septenio, tendrá la audacia de entrar al Templo Santo, el tercero ya levantado,
y se sentará en ese templo santo. Este atrevimiento constituye la abominación desoladora que marcará su
final pues en breve el Señor Jesucristo descenderá de los cielos en todo su
esplendor, como Jinete en un Caballo Blanco seguido de un ejército de ángeles
también en cabalgaduras blancas, pondrá pie en tierra, y enfrentará a las
fuerzas del Anticristo integradas por ejércitos de reyes y hombres impíos que
subirán por los cuatros costados del planeta. Se inicia entonces una gran
batalla que se conocerá como Armagedón, librada en el Valle de Megido, al sur
de Nazaret. Este valle es el monte Megido que, al ser tocado por la planta del
Señor, se convertirá en valle. Los ejércitos del Anticristo serán derrotados y
aves convocadas por el poder de Dios devorarán los cuerpos de los mismos y el
Anticristo, también llamado el inicuo y la bestia, será lanzado al lago de
fuego y azufre junto con su lugarteniente, el falso profeta.
El
descenso del Señor es su segunda venida y será con todos los justos que se
reunieron con él en el arrebatamiento; será visto por todos los moradores del
mundo. Ya en tierra el Señor recibirá a los justos que hayan sido sacrificados
en la Gran Tribulación, a los justos del Antiguo Testamento, a los justos que
sobrevivieron por no ser alcanzados por la espada del inicuo, y al pueblo de
Israel convertido a Jesús durante ese tiempo de tribulación.
El Reino Milenial:
Al término de la segunda
venida sucederá un periodo de mil años en el que Jesús se establecerá en la
tierra con los justos. Será el Reino Milenial, reino de paz, justicia y
felicidad. Allí estarán los que tienen cuerpos glorificados y quienes conserven
sus cuerpos terrenales. Los primeros serán los que fueron arrebatados, los
justos resucitados del Antiguo Testamento y los mártires de la Gran Tribulación
que aceptaron al Señor y se negaron a recibir la marca de la bestia. Quienes
conservan sus cuerpos terrenales son los justos del pueblo de Israel y los
otros que sobrevivieron a la persecución del Anticristo. Satanás será
inhabilitado durante este milenio por un ángel provisto de la llave del abismo
y una gran cadena con las cuales lo encarcelará en el abismo. Al final del
Reino será soltado por breve tiempo y muchos de los nacidos de cuerpos
terrenales, de naciones de todos los confines, por su propia debilidad y
tentados por el maligno, pecarán. Satanás entonces reunirá un numeroso
ejército, conocido también como Gog y Magog, vasto cual la arena del mar, para
luchar contra el Señor Jesucristo. Esta será la última rebeldía de la
historia contra Dios. Poderoso fuego bajará del cielo y el ejército de
Satanás destruido y él, Satanás, lanzado al lago que arde con fuego y azufre
donde se unirá al Anticristo y al falso profeta.
El Juicio ante el Gran Trono Blanco:
Terminado
el reino milenario se inicia el Juicio ante el Gran Trono Blanco donde estará
sentado nuestro Señor Jesucristo. Juzgará a los que murieron en injusticia; sin
embargo, también estarán ante él los justos. El cap. 11 del Apocalipsis dice
que delante del que estaba sentado huyeron el cielo y la tierra. Será un tiempo
de resurrección pues ante el Señor estarán, de pie, todos los muertos, grandes
y pequeños. Y fueron abiertos los libros en los que están escritas las
obras de quienes van a ser juzgados, y también el Libro de la Vida. Y el mar
entregó los muertos que había en él, y la Muerte y el Hades entregaron los
muertos que había en ellos. Muerte es
una persona, un ángel de las tinieblas, un ministro de Satanás que reclama el
alma de los injustos cuando se separa del cuerpo al morir. Hades es también una
persona, un ángel de las tinieblas, y un lugar al cual gobierna. Muerte reclama
el alma de quienes mueren en injusticia, las retiene por corto tiempo, y luego
las entrega a Hades que las lleva a su lugar designado de encarcelamiento, el
Hades. (Hades es un término griego equivalente a Sheol y a Gehenna que
significan infierno. La mención del Hades en Apocalipsis es una ratificación de
la existencia del infierno que Jesús menciona varias veces en los Evangelios.
Lo digo porque hay varias denominaciones cristianas que niegan la existencia
del infierno. Éste es un lugar intermedio como las moradas celestiales
mencionadas por Jesús).
Y
cada uno fue juzgado según sus obras, y el que no se halló inscrito en el Libro
de la Vida fue lanzado al lago de fuego. Y la Muerte y el Hades también fueron
lanzados a este lago (Muerte y Hades en tanto ministros de las tinieblas). Esta
es la
muerte segunda, la definitiva, temible y eterna. Esta muerte involucra,
pues, al Anticristo y al Falso Profeta, a la Muerte, al Hades y a los que
murieron en injusticia, es decir, a los que comparecieron ante el Juicio del
Gran Trono Blanco como no inscritos en el Libro de la Vida. (Algunos estudiosos creen que ante el Gran
Trono Blanco serán evaluados también los que se salvaron durante el Reino
Milenial, o sea, los hijos que nacieron de cuerpos terrenales en este periodo y
cumplieron con la justicia de Dios. Quienes están inscritos en el Libro de la
Vida sencillamente tendrán presencia ante este Gran Trono, pero no serán objeto
de juicio o evaluación alguna porque ya son salvos. Tengamos en cuenta, no
obstante, que es una opinión y no una certeza sustentada en la Sagrada
Escritura).
Cielo Nuevo y Tierra Nueva. La Nueva
Jerusalén:
Después de lo anterior el
apóstol vio un cielo y una tierra nuevos “porque el primer cielo y la primera
tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Esto es muy importante
porque la tierra tal como la conocemos ya no existirá más. El detalle del “mar
ya no existía más” indica que tendremos un planeta completamente nuevo, sin
mar, esto es, una tierra plana, sin las grandes masas de agua que son los
océanos y los mares. Una tierra preparada para recibir a la Nueva Jerusalén:
arroyos purísimos, verdor excepcional (fragante y fresco), montañas armoniosas sin
accidentes ni peligros, etc. Entonces
Juan vio descender del cielo, de Dios, la santa ciudad, la Nueva Jerusalén,
bellísima y purísima para posarse en la tierra nueva, como “una esposa ataviada
para su marido” y una gran voz del cielo la anunciaba como el tabernáculo de Dios con los hombres,
y “Él morará con ellos, y ellos serán
su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Enjugará el Señor toda
lágrima de los ojos de los seres humanos. Y no habrá ya más muerte, ni más
llanto, ni clamor (no será necesario), ni dolor “porque las primeras cosas
pasaron”. Y el que estaba sentado en el Trono dijo: “He aquí yo hago nuevas
todas las cosas”, “Al que tuviere sed yo le daré gratuitamente de la fuente del
agua de la vida. Y el que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios,
y él será mi hijo”.
Pero
irán al lago de fuego y azufre y, por tanto, sufrirán la muerte segunda los cobardes, los incrédulos, los abominables,
los homicidas, los fornicarios, los hechiceros, los idólatras, los mentirosos.
Nota:
El infierno y el Seno de
Abraham son lugares intermedios, pero, al bajar Jesús a los infiernos y
resucitar al tercer día, ascendió con los justos, por lo cual el Seno de
Abraham fue sustituido por las moradas celestiales que no están en las
profundidades de la tierra sino cerca del trono de Dios Altísimo. Por tanto fue un lugar intermedio; el infierno también, pero éste permanece
íngrimo en dichas profundidades (unos 3.500 kms. dicen algunos estudiosos).
Quienes
están en ambos lugares comparecerán ante el Gran Trono Blanco pues allí se
realizará lo que el vulgo llama juicio final; por lo tanto, quienes estén en el
infierno se agregarán a los sujetos a condenación en este juicio (un doble
castigo). El lago que arde en fuego y azufre se activará tres veces para
recibir a los condenados para tormento eterno: 1) al término de la Gran
Tribulación cuando sean lanzados el Anticristo y el Falso Profeta, 2) al
término del Reino Milenial cuando sea lanzado Satanás, 3) al concluir el Juicio
ante el Gran Trono Blanco cuando sean lanzados los seres humanos que obraron
con injusticia y la Muerte y el Hades en tanto ministros de Satanás. Nótese,
pues, que es en ese lago donde se consuma la muerte segunda, atinente sólo a los hombres, la definitiva y
eterna.