Hace pocos días recibí desde una ciudad de Estados Unidos, por whatsapps, el mensaje de un querido amigo. Decía más o menos: "Jorge, ¿qué sentido tiene todo esto? Gente saliendo a trabajar, levántandose desde la madrugada, para llegar temprano al trabajo a través de autopistas de cinco canales; que trabaja de sol a sol, a menudo con dos empleos, para terminar en la noche en su casa viendo noticieros o algunas diversiones por televisión; que atesora dinero para concluir en el aburrimiento después de experimentarlo todo. ¿Qué sentido tiene esta vida?" Mi amigo es ateo y suele expresarlo sin ambages. Entendí lo que me quería decir: al final de todo sólo queda un vacío espiritual el cual, fatalmente, conduce a una sensación de soledad.
Esto es frecuente en la vida, sobre todo en la vida moderna, donde la ciencia y la tecnología han dado lugar a un bienestar material sin precedentes. Y dolorosas consecuencias vemos a menudo: gente célebre que se suicida, gente rica que se suicida. Hay quienes se refugian en el trabajo, en alguna afición, en alguna actividad lucrativa, hasta sedarse, pero al final desembocan en el mismo "sin sentido". Creo que a veces hay una escapatoria válida: la de entregarse a alguna obra pía o de caridad, las cuales pueden devenir un sentimiento o actividad religiosa. Pero por lo general esta escapatoria es temporal y concluye en el punto de su partida.
Muchos hemos vivido la experiencia: lo hemos conseguido todo, probado todo, disfrutado todo, pero al final ha llegado el desasosiego, una suerte de vacío a menudo inexplicable. Un "sin sentido". Probamos de nuevo, fabricamos nuevas vivencias, surge un nuevo entusiasmo. Una nueva temporalidad. Al cabo: zas!, se disolvió todo. Es entonces, de acuerdo a las particularidades de cada quien, cuando se inicia la búsqueda suprema, con frecuencia desesperada. De pronto una señal, venida de alguna parte, nos sugiere una luz apuntando hacia un nombre y un contenido que estremece: Dios. Y nos lanzamos a un hallazgo, no pocas veces tremendo, incluso terrible, como me ocurrió a mí. Y pasa que ese Ser excepcional comienza a darnos señales de acuerdo a lo que necesitamos o deseamos. Luego se perfila como lo que auténticamente es: Deidad Trina. Padre, Hijo, Espíritu Santo. No es un encuentro fácil porque entrevemos su enorme y reconfortante significado, pero hay un precio que tenemos que pagar: ya no ser más nosotros mismos. Morir a nosotros mismos, es decir, al mundo que hemos vivido. Y entregarnos. Es un dilema inescapable que se torna en un dilema que en rigor no lo es. Porque el alma nos dice que si no nos entregamos las consecuencias van a ser devastadoras. Pero esto tiene una explicación: hemos sido elegidos, llamados. No hay escapatoria. Es el llamado del Señor. Pero no es un llamado arbitrario. Nos estremece al principio, pero todo lo demás lo deja a nuestra voluntad. Debemos decidir si continuamos o no. Pero ojo: si aquella búsqueda ha salido de nuestra alma profunda, no hay vuelta atrás.
Cuando la vida aparece "sin sentido" es porque se vive sin Dios. Sin el Dios Trino: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sólo vivir en Él nos da paz, seguridad, optimismo. Es nuestro real refugio, escudo seguro. Hermano: no lo dudes, En estos tiempos cruciales vuelve tus ojos a Él, busca su presencia. Sólo Él, Cristo Jesús da sentido a la vida.
Un buen día Cristo me llamó a sus caminos. Este blog es resultado de mis experiencias, materiales y espirituales, en esos caminos, experiencias que quiero compartir. Deseo, además, dialogar con mis lectores que, al tocar o referirse a mis textos, son mis amigos o, más exactamente, mis hermanos. Agradezco de antemano todo contacto, toda opinión, toda sugerencia.
sábado, 30 de septiembre de 2017
jueves, 7 de septiembre de 2017
Los tatuajes y sus implicaciones
No hay duda de que los
tatuajes no agradan a Dios. Levítico 19: 28 es muy claro: “No te hagas cortes en el cuerpo por los muertos ni te hagas tatuajes en
la piel. Yo soy el Señor”. (Biblia Nueva Traducción Viviente, edición de
2010). El hecho de que este mandato pertenezca al Antiguo Testamento no le
quita vigencia en los tiempos actuales. Enfatizo en esto porque hay ciertas
posturas, entre los cristianos de hoy, muy dúctiles, según las cuales “si el
Nuevo Testamento no lo dice, no es obligante”. Creo que ello es un error porque
el Antiguo y el Nuevo Testamentos son partes complementarias de un solo cuerpo
doctrinal. Es verdad que hay algunos mandatos que del AT no se cumplen como,
por ejemplo, el del descanso sabático, el cual guardan los judíos ortodoxos y
los Adventistas del Séptimo Día. Pero este mandato tiene su equivalente en el
descanso dominical y, entre los judíos creyentes, forma parte de su tradición
histórica, inmanente a su fe. En mi opinión, casi todos los mandatos del AT, salvo
los rituales, complementan los del NT y deben cumplirse por los creyentes.
El tatuaje o los tatuajes
no son de Dios, no agradan a Dios y, por tanto, el llevarlos constituye una
ofensa a Dios, es decir, un pecado. Si alguien se ha hecho uno o varios
tatuajes y se convierte a Cristo, el arrepentimiento lo libra de ese pecado. Si
pudiera, no estaría demás quitárselo, pero se sabe que esto no es fácil y
podría ser costoso. Pero el hecho de aceptar a Cristo como Señor y Salvador y
continuar en su senda, anula todo efecto del pecado del tatuaje.
El tatuaje es tan maligno
que es anti-estético y otorga a la persona un aspecto feo donde lo lleve, lo
cual se hace ostensible si es en el rostro. Además, es un peligro para la salud
de la piel: sus hendiduras pueden infectarse y causar cáncer o pústulas. El
tatuaje ocasiona desagrado, incluso perturbación: sugiere demonismo, iconografía
satánica.
Hombres y mujeres, jóvenes de ambos
sexos: no acepten los tatuajes, rechácenlos, pues su engaño es presentarse
como una moda. No son una moda. Son una lazo del Maligno, enemigo de Dios y de
los hombres.
martes, 29 de agosto de 2017
¿Violencia buena, violencia mala?
En días pasados vi y oí en una entrevista televisiva a un dirigente del gobierno venezolano hablando sobre los sucesos ocurridos en Venezuela antes del 30 de julio de 2017, fecha de la elección de la llamada Asamblea Nacional Constituyente, cuestionada por la mayoría de los venezolanos y la comunidad internacional. El dirigente forma parte de la cúpula de los diez personajes más cercanos al Presidente del país. La médula de su discurso consistió en decir que había una violencia mala y una buena. Por supuesto, la mala fue la de los "guarimberos" que durante tres meses, con barricadas, trancaron las calles del país. La buena, la del Gobierno, el cual, para garantizar la normalidad, debió recurrir a la represión mediante la GNB, la PNB y los grupos informales de choque, los tupamaros, también llamados "colectivos". Era, por decirlo así, toda una composición lírica para justificar la represión: no podía ser que la oposición organizada, o sea, la MUD, trajera a las calles jóvenes, imberbes casi todos, para impedir a la gente cumplir con sus deberes. El candor con que el dirigente argumentaba era conmovedor.
Cuando analizamos los hechos nos percatamos de la verdad. Los jóvenes que trancaron las vías lo hicieron conforme a su voluntad. Tanto es así que siempre dijeron que su protesta no obedecía a instancias de la MUD y que su motivo era la situación de escasez en alimentos y medicinas y el carácter dictatorial del Gobierno evidenciado en el desconocimiento de la Asamblea Nacional electa por el pueblo en diciembre de 2015 y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente sin respetar las normas de la Constitución vigente.
Las trancas contaron con la aprobación de la mayoría nacional pues si bien la participación de la gente adulta no fue activa, agregada al grupo de los jóvenes, las admitían y soportaban sus efectos.
Es importante resaltar que la violencia no es sólo física. Es también, y de manera muy sensible, la ejercida por las políticas del Gobierno nacional. Una de éstas es la de las expropiaciones y la amenaza constante sobre las actividades productivas, lo cual origina escasez en alimentos, medicinas, gas, y en general en insumos de primera necesidad. La escasez, a su vez, genera inflación, cada vez mayor en la medida en que la misma se agrava. Desde hace tiempo Venezuela es el país con la inflación más alta del mundo y ésta alcanza al mes de agosto-2017 niveles que la convierten en hiper-inflación. Este hecho, sumado al cerco dictatorial que el Gobierno realiza sobre el país, ha dado lugar a una dramática disminución de la calidad de vida y a un grado de malestar muy elevado. ¿Qué hacer? Negociar. Esta es palabra clave, incomprendida por algunos, pero la única que da lugar a las gestiones para una superación de la crisis y conjuradora de violencia social. Hay tiempo todavía. El Gobierno tiene que admitir que el modelo comunal (en rigor comunista, plasmado en Cuba) es un fracaso total. Y también que sólo la democracia, con su poderoso recurso de la convergencia de voluntades, es la única forma política que produce soluciones duraderas. A la democracia tenemos que apostar, si no queremos que sea la violencia la que hable. Por lo demás, en el continente americano y en el europeo, paradigmas de la civilización occidental, la democracia prevalece. Las dictaduras son una afrenta y un tropiezo que impide el bienestar de los pueblos.
Cuando analizamos los hechos nos percatamos de la verdad. Los jóvenes que trancaron las vías lo hicieron conforme a su voluntad. Tanto es así que siempre dijeron que su protesta no obedecía a instancias de la MUD y que su motivo era la situación de escasez en alimentos y medicinas y el carácter dictatorial del Gobierno evidenciado en el desconocimiento de la Asamblea Nacional electa por el pueblo en diciembre de 2015 y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente sin respetar las normas de la Constitución vigente.
Las trancas contaron con la aprobación de la mayoría nacional pues si bien la participación de la gente adulta no fue activa, agregada al grupo de los jóvenes, las admitían y soportaban sus efectos.
Es importante resaltar que la violencia no es sólo física. Es también, y de manera muy sensible, la ejercida por las políticas del Gobierno nacional. Una de éstas es la de las expropiaciones y la amenaza constante sobre las actividades productivas, lo cual origina escasez en alimentos, medicinas, gas, y en general en insumos de primera necesidad. La escasez, a su vez, genera inflación, cada vez mayor en la medida en que la misma se agrava. Desde hace tiempo Venezuela es el país con la inflación más alta del mundo y ésta alcanza al mes de agosto-2017 niveles que la convierten en hiper-inflación. Este hecho, sumado al cerco dictatorial que el Gobierno realiza sobre el país, ha dado lugar a una dramática disminución de la calidad de vida y a un grado de malestar muy elevado. ¿Qué hacer? Negociar. Esta es palabra clave, incomprendida por algunos, pero la única que da lugar a las gestiones para una superación de la crisis y conjuradora de violencia social. Hay tiempo todavía. El Gobierno tiene que admitir que el modelo comunal (en rigor comunista, plasmado en Cuba) es un fracaso total. Y también que sólo la democracia, con su poderoso recurso de la convergencia de voluntades, es la única forma política que produce soluciones duraderas. A la democracia tenemos que apostar, si no queremos que sea la violencia la que hable. Por lo demás, en el continente americano y en el europeo, paradigmas de la civilización occidental, la democracia prevalece. Las dictaduras son una afrenta y un tropiezo que impide el bienestar de los pueblos.
jueves, 10 de agosto de 2017
¿Para qué venimos a este mundo?
Yo
siempre tuve sed de Dios, incluso desde muy pequeño. Nací de unos padres que
eran católicos convencionales. Cumplí todos los ritos (bautizo, primera
comunión, etc.). Al tener uso de razón me preguntaba acerca del porqué de las
distintas versiones religiosas, pero algo era absolutamente inherente en mí:
sentía que existía un Dios único, amoroso en grado sumo, pero también poderoso.
Jamás hubo en mí algo que pudiera llamarse blasfemia: siempre amé a ese Dios
que también me amaba, pero al cual debía respetar. Yo tuve –y tengo todavía-
una imagen de Dios como padre ideal, que te ama y a quien amas, pero a quien
respetas no por temor a que te castigue (admitiendo incluso que puede hacerlo)
sino porque lo amas.
Nunca
pensé que la vida fuera una comedia sin sentido. Por eso fui ajeno al ateísmo y
a las tesis existencialistas que consideran que la vida se acaba con la muerte
física. Cuando se echa una ojeada al espacio sideral nos damos cuenta de que
existe un vasto universo magistralmente ordenado. ¿Producto acaso de la mera
evolución de la materia? Imposible. ¿Cómo puede la materia inerte y muy
elemental en sus orígenes evolucionar por sí sola y crear al final a un ser
caracterizado por la inteligencia y su capacidad autónoma de actuar? Tiene que
haber una inteligencia superior, ordenadora, necesariamente amorosa y
solidaria. Es esa Inteligencia que con tales atributos llamamos Dios. Si el
universo es tan inmenso y complejo, ¿cómo entonces suponer que sólo hay vida en
un pequeño planeta que llamamos Tierra? Los científicos, con los poderosos
telescopios actuales, sólo pueden escudriñar una sola galaxia, la Vía Láctea, a
la que pertenecemos, y en ella se han calculado 200 mil millones de estrellas,
es decir, astros con luz propia (soles), muchos de los cuales son notoriamente
más grandes que el Sol en torno al cual giran ocho planetas y un planetoide o
“planeta enano”, Plutón, llamado así porque es un planeta en formación.
Cada uno de esos soles debe de ser el
centro de sistemas planetarios cuyo funcionamiento es similar al nuestro. Las
estrellas con luz propia se ven, pero los cuerpos que giran alrededor no,
porque se desvanecen a consecuencia de la luz que los rodea y la inmensa
distancia desde la Tierra. No obstante, los científicos han podido identificar
445 sistemas solares y su trabajo les da la posibilidad de descubrir más año
tras año. Estamos entonces, Pedro, en presencia de un vastísimo sistema de vida
que no es resultado de un “bing bang”, una teoría que a mí me parece arbitraria.
Porque ese orden literalmente perfecto en la disposición del universo no puede
ser producto de una explosión y un espontáneo acomodo de la materia.
Pude adquirir un libro llamado “Libro de Urantia” en el que se describe
y explica la configuración del espacio sideral. Urantia sería el nombre cósmico de la Tierra. Es un libro de alto
nivel, coherente, el cual es un cuerpo de documentos escritos en los años cincuenta por entidades celestiales (nada
que ver con ocultismo o doctrinas afines) y entregados a una familia de apellido Sadler en
los EEUU. Allí se explica cómo hay vida en otros sistemas solares, vida
suscitada por un ser que es Espíritu puro, cuya grandeza aún nuestro cerebro no
puede comprender del todo. Es Dios. Ya sé que el ateísmo antepone
interrogantes: ¿cómo es? ¿de dónde vino?, etc. No lo sabemos. Por eso la
pertinencia de la Fe, porque ante la imposibilidad de una explicación
científica, sólo la Fe nos permite aceptar una realidad que no vemos pero que
sentimos y experimentamos a menudo.
La vida es, pues, creación, obra de ese
Espíritu puro de superioridad absoluta. No es, no puede ser, resultado del
desarrollo evolutivo de una materia ab origine inerte. Si además estamos ante
un vasto y complejo universo perfectamente establecido, es ilógico pensar que
la vida, es decir, el universo en acción, se agota con la muerte. Sería una
pérdida de tiempo, un despilfarro contra natura. Y ello es más evidente
tratándose de la vida inteligente. Por tanto, Pedrito, no nacemos simplemente
para crecer, reproducirnos y morir. Nacemos también con un propósito: obrar
conforme a una ética del bien para
obtener el galardón de la vida compartida con Dios. Siempre me pregunté por qué
Dios solicitaba de los seres humanos una vida realizada según su voluntad. La
respuesta me la dio una pastora en una prédica: porque Dios “se alimenta” de
ese modo de vida. ¿Alimenta? Sí, porque eso supone su gozo, su felicidad. No
olvidemos que, no obstante, su grandeza y poder ilimitados, Dios es sensible y
así como ama también sufre. Sufre, se conduele cuando sus hijos optan por
sendas equivocadas. De allí el que nos haya hecho a su imagen y semejanza. Al
obrar conforme a su voluntad podemos formar parte de su Reino. “Ganar el
Cielo”, para decirlo en términos sencillos (frase pertinente porque las cosas
de Dios son sencillas).
No tengo dudas de que éste es el
propósito de la vida. El propósito de Dios. El único que nos trae paz, estado
espiritual que nos conduce a la única felicidad posible en un mundo
contencioso, avaro, lascivo, egolátrico. No es, pues, el éxito terrenal que nos
da satisfacciones pasajeras y que si se torna en felicidad es porque se
sostiene sobre el propósito de Dios.
Un
pariente que vive en EEUU me decía hace algunos días que Stephen Hawking,
científico muy renombrado, proponía conquistar otros planetas para conservar la
vida humana. Esto no pasa, en mi opinión, del desiderátum de un científico orgullosamente
embebido en su saber y ateísmo. En primer lugar, porque la Tierra está diseñada
y equipada para sostener a la cantidad de habitantes que el ser humano sea
capaz de generar. Por otra parte, si se trata de conquistar otros planetas
habría que crear, a propósito de los deshabitados, una atmósfera artificial
terrestre en ellos y eso implica, tal vez, siglos de desarrollo científico. Además, como se ha dicho que los hay mucho más adelantados que el nuestro, hace falta superarlos.
Y eso es imposible. No es un asunto de religiones; más bien de ignorantes que
pueden ser religiosos, por lo general dogmáticos. Si hay tantos sistemas
solares ¿cómo negar la posibilidad de vida inteligente en otros distintos al
nuestro?
Por lo demás, recibir a Cristo como
Señor y Salvador y ser su discípulo o seguidor no es una religión. Porque la
religión es una organización de reglas, normas, formalidades, dogmas que colman
el espíritu humano y puede adorar cualquier cosa. Con Cristo se establece una relación de tú a tú,
personalísima, sin ataduras. El catolicismo, budismo, hinduismo, taoísmo son
religiones. Las llamadas iglesias evangélicas son sólo congregaciones, unidas por un solo factor: el Evangelio de Jesús,
es decir, la vida y enseñanzas de Jesús.
viernes, 28 de julio de 2017
El amado Israel
El Estado de Israel fue fundado en 1948, después de largas vicisitudes y sufrimientos. Es la nación de los judíos y hoy es la cuarta economía del mundo. Una excepción en un mundo con fluctuaciones económicas de uno y otro grado: Israel no, pues su balanza de pagos es paritaria, el equilibrio que muchos gobernantes sueñan. Es un pequeño país de unos 22.145 Kms2 los cuales en un 60% son desérticos.Sin embargo, en su determinante mayoría están cultivados. Israel produce sus propios alimentos en una abundancia sorprendente, pues sus ríos son pocos y el único lago que tiene, lago o mar de Galilea, es el que le suple la tierra naturalmente fértil. Su ciencia es una, si no la más, entre las más desarrolladas del mundo: la medicina, la agricultura, la tecnología comunicacional, el tallado de diamantes, la industria de bienes y servicios, la defensa militar, la aviación civil,etc. tienen un alto nivel y sus beneficios se comparten con el mundo. El Estado de Israel es la nación judía organizada jurídicamente. La nación que en el año 70 d. C quedó dispersa por el mundo después de la destrucción de Jerusalén por el general Tito, hijo de Vespasiano, el emperador romano que entonces gobernaba el Imperio. A pesar de esa dispersión los judíos mantuvieron su unidad, su identidad y, por tanto, su carácter de nación.
Israel es el pueblo con mayor grado de homogeneidad que haya existido en la historia. Sin embargo, esa hostilidad que padecieron desde sus mismos orígenes, llevada en el siglo XX a sus más altas cotas, aún no ha cesado. La izquierda extremista internacional lo hostiliza y los países musulmanes lo han declarado enemigo. La razón en que tanto la una como los otros coinciden es que Israel usurpó el territorio que en Palestina ocupaban los árabes musulmanes. Pero esto no es cierto pues, incluso desde la iniciación de la dispersión (la diáspora), familias judías permanecieron allí, y durante la ocupación del imperio turco otomano y del protectorado británico, los judíos de manera progresiva, aunque en cantidades modestas, retornaron a Palestina y convivieron con los árabes que en mayor medida también se habían establecido. No obstante, es necesario puntualizar que el pueblo judío ocupó el territorio palestino -como el pueblo difusor del Dios único- unos dos mil años antes del advenimiento de Jesucristo y que, como pueblo de eminente vocación espiritual, tiene en el Tanaj una legitimación histórica indiscutible al serle concedida una extensión territorial desde la frontera con Egipto hasta el río Éufrates. Antes del Holocausto, y especialmente desde los escritos de Teodoro Herzl (1860-1904), periodista y escritor austrohúngaro, el pueblo judío comenzó a emigrar en proporciones significativas a Palestina, dando lugar a una presencia muy notoria. Después del Holocausto, y en conformidad con derechos históricos incuestionables, afianzados en el especial ethos espiritual del pueblo judío y el arraigo en Palestina, las Naciones Unidas fundaron en 1948 el Estado de Israel. Hoy Israel es una nación de peregrinación, muy amada por la comunidad cristiana mundial.
Israel es el pueblo con mayor grado de homogeneidad que haya existido en la historia. Sin embargo, esa hostilidad que padecieron desde sus mismos orígenes, llevada en el siglo XX a sus más altas cotas, aún no ha cesado. La izquierda extremista internacional lo hostiliza y los países musulmanes lo han declarado enemigo. La razón en que tanto la una como los otros coinciden es que Israel usurpó el territorio que en Palestina ocupaban los árabes musulmanes. Pero esto no es cierto pues, incluso desde la iniciación de la dispersión (la diáspora), familias judías permanecieron allí, y durante la ocupación del imperio turco otomano y del protectorado británico, los judíos de manera progresiva, aunque en cantidades modestas, retornaron a Palestina y convivieron con los árabes que en mayor medida también se habían establecido. No obstante, es necesario puntualizar que el pueblo judío ocupó el territorio palestino -como el pueblo difusor del Dios único- unos dos mil años antes del advenimiento de Jesucristo y que, como pueblo de eminente vocación espiritual, tiene en el Tanaj una legitimación histórica indiscutible al serle concedida una extensión territorial desde la frontera con Egipto hasta el río Éufrates. Antes del Holocausto, y especialmente desde los escritos de Teodoro Herzl (1860-1904), periodista y escritor austrohúngaro, el pueblo judío comenzó a emigrar en proporciones significativas a Palestina, dando lugar a una presencia muy notoria. Después del Holocausto, y en conformidad con derechos históricos incuestionables, afianzados en el especial ethos espiritual del pueblo judío y el arraigo en Palestina, las Naciones Unidas fundaron en 1948 el Estado de Israel. Hoy Israel es una nación de peregrinación, muy amada por la comunidad cristiana mundial.
jueves, 13 de julio de 2017
El comunismo es un sistema diabólico
La
izquierda internacional, sin duda que la radical, apuesta por el comunismo.
Digo radical porque hay una izquierda equilibrada, racional que apuesta por una
democracia interesada en el bienestar de las personas. Se autodenomina, por
ello, socialista democrática. La radical habla de socialismo también, pero el
suyo es un socialismo anclado en el marxismo-leninismo y entiende que éste es
la antesala del comunismo, suerte, creen, de estado nirvánico donde el Estado
desaparece y los seres humanos viven en sempiterna paz y abundancia.
Cuando
una nación cae en las manos de la izquierda radical –caso de Cuba, del Chile de
Allende, de la Venezuela de Chávez y de Maduro- la misma comienza a construir
el comunismo, hablando de socialismo. Abolen la propiedad privada, para lo cual
dan lugar a medidas de expropiación que rápidamente generan escasez e
inflación. En la medida en que avanzan, la escasez se agudiza, la inflación se
dispara y la pobreza cunde. Expropian y establecen controles de precios,
frenando la producción. La característica de la expropiación
socialista-comunista es la de que el Estado quita al propietario sus bienes y
los pasa a los “trabajadores” que, en definitiva, se aprovechan de lo mejor que
tienen y luego los abandonan. Entonces la tierra expropiada, la empresa
expropiada, se tornan ociosas.
El gobierno socialista-comunista, inspirado en
el marxismo-leninismo, propicia un Estado interventor y deriva en dictadura. Se
impone un Estado policial: el libre pensamiento, el derecho a opinar, la
libertad de culto, la libre empresa, la libertad de tránsito, el derecho a
viajar al exterior, etc. quedan bajo la voluntad del Estado. Se suscita
entonces una atmósfera tenebrosa en la nación. El país se deteriora
materialmente. Espiritualmente se deprime. De allí que los países comunistas
sean oscuros, tristes, pobres, feos y, para el alcance de mínimos disfrutes de
confort, corruptos. En el plano de las creencias toma lugar la brujería que al
cabo de pocos años adquiere niveles gigantescos. Es, según se dice con
frecuencia, el caso de Cuba. De allí que en los gobiernos chavistas –el de Hugo
Chávez y Maduro- la brujería haya llegado a extremos alarmantes. El
materialismo histórico, pieza fundamental de la teoría marxista, promueve el
ateísmo al sostener que el ser humano es resultado de la evolución de la
materia. Luego, el ateísmo, junto con la brujería, da lugar a un ambiente
espiritual caracterizado por la contienda, la violencia, la desconfianza, el
odio, la mentira, la agresión, lo cual, aunado a la ínfima productividad
inherente al sistema socialista-comunista, trae una atrasada y sombría
situación nacional. Se trata, por tanto, de una situación donde las fuerzas
oscuras prevalecen. El predominio de Satanás. La manifestación del comunismo
como sistema diabólico. Es justamente cuanto está ocurriendo en Venezuela, en
una especie de anticipación de Cuba (afortunadamente rechazada por la mayoría
determinante de la población). De allí las dramáticas colas, la falta de
medicinas, los malos servicios, la falta de gas, la falta de utensilios de todo
tipo, el odio, los grupos violentos armados por los detentadores del poder, etc.
Para
la iglesia cristiana venezolana hay un gran reto, tan grande que de ella
depende en grado casi exclusivo la superación de esta desdicha. ¿Cómo lo ha de
enfrentar? A través de la oración, el
arma por excelencia de los seguidores de Cristo. La oración, oración y más
oración, en el nombre de Jesús. Continua y fervorosa, llena de fe. Fe que
cimienta la santidad. Y entonces Dios escucha. Porque sin “fe es imposible
agradar a Dios” y sin santidad es imposible llegar a Su Presencia.
La
Iglesia de Cristo, el Cuerpo de Cristo está orando en Venezuela, y en él un remanente santo se destaca a diario. Por
eso hay fundada esperanza. Y ya el Señor ha hablado a través de sus profetas.
Habrá una nueva Venezuela, gloriosa, orante, próspera. Ya los dolores de parto
se sienten. Pronto la veremos. ¡Bendito sea el Señor, Dios-Jehová de los
Ejércitos!
sábado, 27 de mayo de 2017
La conflictividad en Venezuela
El 19 de abril de 2017 es un día que los venezolanos no van a olvidar. Ni los que vivimos ahora y que lo presenciamos ni los que vivirán después. Estos últimos porque la historia se encargará de registrarlo. Fue un día de protesta nacional casi unánime. La marcha prevista, hecha en Caracas, fue la más grande de la historia nacional, desde el año de fundación (1830) hasta el día de hoy. En las demás ciudades, grandes y pequeñas, las marchas fueron también numerosas y la disposición pacífica. El Gobierno hizo su propia marcha, a la misma hora y casi por los mismos espacios, Ese 19 de abril fue el comienzo de una protesta nacional que no cesará hasta que el Gobierno de Nicolás Maduro no convoque a elecciones o renuncie.
El gobierno chavista desde su inauguración en 1998 ha expropiado 4 millones de hectáreas productivas -hoy ociosas-, 19 centrales azucareros (de los cuales sólo 2 funcionan), miles de empresas privadas, etc. La consecuencia es que la producción colapsó y en su determinante mayoría debe importarse lo que consumimos. Cuando en vida del Sr. Chávez el barril de petróleo se cotizó por encima de 100$, la importación marchó bien pero al caer el precio -como suele ocurrir- y cotizarse el barril en unos 45$ se produjo la debacle. La economía nacional entró en crisis por tres factores: 1) disminución del ingreso por concepto de petróleo, 2) ruina del aparato productivo, 3) corrupción generalizada de la cúpula gubernamental. La consecuencia: una economía destruida lo cual trae escasez, inflación y degradación de los servicios. La escasez se hace sensible en dos áreas: alimentos y medicinas. Y su resultante más escandalosa: hambre, sobre todo entre los más pobres.
¿Cómo entender esta situación? Los hombres de Dios, los profetas, han recibido por revelación que Venezuela vive hoy un juicio. El profeta José Ángel Hernández, autor del libro Memorias de una nación en guerra, indicó que desde la década del ochenta el Señor advirtió sobre la necesidad de arrodillarse ante Él en oración constante y pedir la rectificación del país (buena parte de la población se había entregado a la brujería, un crimen espiritual de gran magnitud). Esta exigencia de Dios fue para la Iglesia de Cristo, el Cuerpo de Cristo. Pero éste en su mayoría no la cumplió. Sólo un remanente fue fiel a ella. Satanás pidió al Señor que le entregara a Venezuela con el pretexto de que ni la iglesia por su liviandad ni el país por su pecado merecían misericordia. Pero el Señor lo negó en virtud de la fidelidad del remanente. Por eso la actual Venezuela desaparecerá y luego nacerá una completamente nueva. El profeta José Ángel Hernández, conforme a la revelación, usa un símil para explicar los hechos: la actual Venezuela es como una vieja embarazada y en trance de morir en cuyo vientre está la Venezuela nueva. Esa vieja morirá con sangre. Es lo que estamos presenciando porque los factores de poder, practicantes principales de la brujería, se aferran a sus privilegios. De allí la represión que ha matado hasta la fecha más de 50 personas, jóvenes todos, sin contar las muertes colaterales. Pero el fin del Gobierno vendrá y al unísono una nueva Venezuela que se caracterizará por un gran crecimiento de la Iglesia de Cristo. Ocurrirá un avivamiento como nunca lo había sido en la historia mundial, un avivamiento nacional que se extenderá a todo el mundo. Nuestro país tendrá un Cuerpo de Cristo santo y ungido que derrotará a la brujería y hará retroceder dramáticamente a la idolatría. Entonces seremos una nación de paz, unida, segura, orante, próspera en todos los órdenes. El Cuerpo de Cristo se extenderá por todo el territorio y será un semillero de ministros y misioneros que se diseminarán por el mundo. Se restablecerán las relaciones con Israel y un intercambio fecundo habrá entre ambas naciones. Pero todos, especialmente los cristianos, tenemos una gran responsabilidad y compromiso: Orar sin cesar, día y noche, en las iglesias y nuestras casas. Pidamos al Señor por esa Venezuela nueva, por nuestro crecimiento en Cristo y nuestra protección, y el de nuestras familias. Debemos guardar santidad y pedir a Dios, en el nombre de Jesús, que se acorten los tiempos para ese nacimiento, y las penurias inherentes al deceso de la vieja Venezuela sean suspendidas. Amén, amén.
Nota: deseo advertir a mis lectores que cuando empleo el término "chavista" lo hago conforme a objetividad y no a intención secundaria alguna. Es un término validado por el uso y aceptado por el universo de adhesión a la figura de la persona de cuyo nombre derivó.
El gobierno chavista desde su inauguración en 1998 ha expropiado 4 millones de hectáreas productivas -hoy ociosas-, 19 centrales azucareros (de los cuales sólo 2 funcionan), miles de empresas privadas, etc. La consecuencia es que la producción colapsó y en su determinante mayoría debe importarse lo que consumimos. Cuando en vida del Sr. Chávez el barril de petróleo se cotizó por encima de 100$, la importación marchó bien pero al caer el precio -como suele ocurrir- y cotizarse el barril en unos 45$ se produjo la debacle. La economía nacional entró en crisis por tres factores: 1) disminución del ingreso por concepto de petróleo, 2) ruina del aparato productivo, 3) corrupción generalizada de la cúpula gubernamental. La consecuencia: una economía destruida lo cual trae escasez, inflación y degradación de los servicios. La escasez se hace sensible en dos áreas: alimentos y medicinas. Y su resultante más escandalosa: hambre, sobre todo entre los más pobres.
¿Cómo entender esta situación? Los hombres de Dios, los profetas, han recibido por revelación que Venezuela vive hoy un juicio. El profeta José Ángel Hernández, autor del libro Memorias de una nación en guerra, indicó que desde la década del ochenta el Señor advirtió sobre la necesidad de arrodillarse ante Él en oración constante y pedir la rectificación del país (buena parte de la población se había entregado a la brujería, un crimen espiritual de gran magnitud). Esta exigencia de Dios fue para la Iglesia de Cristo, el Cuerpo de Cristo. Pero éste en su mayoría no la cumplió. Sólo un remanente fue fiel a ella. Satanás pidió al Señor que le entregara a Venezuela con el pretexto de que ni la iglesia por su liviandad ni el país por su pecado merecían misericordia. Pero el Señor lo negó en virtud de la fidelidad del remanente. Por eso la actual Venezuela desaparecerá y luego nacerá una completamente nueva. El profeta José Ángel Hernández, conforme a la revelación, usa un símil para explicar los hechos: la actual Venezuela es como una vieja embarazada y en trance de morir en cuyo vientre está la Venezuela nueva. Esa vieja morirá con sangre. Es lo que estamos presenciando porque los factores de poder, practicantes principales de la brujería, se aferran a sus privilegios. De allí la represión que ha matado hasta la fecha más de 50 personas, jóvenes todos, sin contar las muertes colaterales. Pero el fin del Gobierno vendrá y al unísono una nueva Venezuela que se caracterizará por un gran crecimiento de la Iglesia de Cristo. Ocurrirá un avivamiento como nunca lo había sido en la historia mundial, un avivamiento nacional que se extenderá a todo el mundo. Nuestro país tendrá un Cuerpo de Cristo santo y ungido que derrotará a la brujería y hará retroceder dramáticamente a la idolatría. Entonces seremos una nación de paz, unida, segura, orante, próspera en todos los órdenes. El Cuerpo de Cristo se extenderá por todo el territorio y será un semillero de ministros y misioneros que se diseminarán por el mundo. Se restablecerán las relaciones con Israel y un intercambio fecundo habrá entre ambas naciones. Pero todos, especialmente los cristianos, tenemos una gran responsabilidad y compromiso: Orar sin cesar, día y noche, en las iglesias y nuestras casas. Pidamos al Señor por esa Venezuela nueva, por nuestro crecimiento en Cristo y nuestra protección, y el de nuestras familias. Debemos guardar santidad y pedir a Dios, en el nombre de Jesús, que se acorten los tiempos para ese nacimiento, y las penurias inherentes al deceso de la vieja Venezuela sean suspendidas. Amén, amén.
Nota: deseo advertir a mis lectores que cuando empleo el término "chavista" lo hago conforme a objetividad y no a intención secundaria alguna. Es un término validado por el uso y aceptado por el universo de adhesión a la figura de la persona de cuyo nombre derivó.
viernes, 24 de marzo de 2017
La conducta cristiana
Cuando recibimos a Cristo de corazón, es decir, de manera
sincera y profunda, cambiamos totalmente. Tal como se afirma en 2 Corintios
5:17: “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Ya no somos del mundo.
Nacemos para Cristo. Luego, morimos para el mundo y nacemos para Cristo. Una
vida nueva. En este sentido podemos afirmar que no hay medias tintas. Con
Cristo somos plenamente. Por lo tanto, como se suele decir, no podemos ser
tibios: ni fríos ni calientes. Plenamente con Cristo.
Sin
embargo, ello supone equilibrio. Estar en Cristo implica sobre todo estar en el
amor. Como lo ilustra Efesios 4: 2: “Sean siempre humildes y amables. Sean
pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor” (Biblia Nueva
Traducción Viviente). Desglosando el versículo, se trata de relacionarnos con
nuestros semejantes con humildad, amabilidad, paciencia, tolerancia, fundamentado
todo ello en el amor.
El
hacer la oración de fe con sinceridad de corazón es un primer paso. Se inicia
luego un proceso que confronta dos polos esenciales del ser humano: el espíritu
y la carne. El espíritu implica la relación con Dios que todos tenemos en mayor
o menor grado. La carne implica al cuerpo y está asociada al alma, la cual está
compuesta de los sentimientos, las emociones y la voluntad. En la medida en que
el ser humano dé lugar a la carne el alma estará dominada por las motivaciones
del mundo y se alejará de Dios. En la medida en que nos consagremos en oración,
súplica, clamor, alabanza, ayuno, rectitud, vigilia, etc. nuestro espíritu crecerá,
nos liberaremos del mundo y será estrecha nuestra relación con el Señor. Una
pregunta tal vez nos aborde: ¿cómo podemos lograr esto último? Muy sencillo: proponiéndonoslo.
Es decir, activando nuestra voluntad para sujetar la carne y perseverar en ello.
Y perseveraremos fortaleciendo nuestro espíritu con oración. “Orad y velad”,
exhortó nuestro Señor. “Orad sin cesar”, aconsejó Pablo. Es decir, orar y
vigilar. Orar y dirigir nuestra conducta, orar y actuar intachablemente. No hay
duda de que en la medida en que oremos nuestra espiritualidad crecerá y seremos
nuevas personas. Al recibir a Jesús de corazón somos salvos.
Ha
habido en el mundo cristiano un debate acerca de si la salvación se pierde o
no. La salvación no se pierde si nos esforzamos por mantenerla. Si recibimos al
Señor y somos tibios, la consecuencia es una vuelta al mundo, la pérdida de la
salvación. Si nuestra aceptación de Jesús como Señor y Salvador ha sido
verdadera, anhelante hasta el final de nuestra vida física, seremos salvos. ¿Por
qué vigilar? Porque como cristianos, Satanás trabajará para tentarnos. Aprovechará
cualquier resquicio con astucia y tozudez. Nunca debe ser subestimado, pero no
temido porque Jesús lo venció en la cruz y legó esta victoria a quienes lo
reciben. Pero el vigilar también se relaciona con nuestra personalidad, con
nuestra carne, pues podemos realizar actos contrarios a la voluntad de Dios.
Vienen
a mi mente dos anécdotas: Haciendo una cola para comprar pan acompañado de un
hermano en Cristo, en momentos difíciles para Venezuela, estaba delante de
nosotros una pareja, marido y mujer; mi hermano –un ex pastor-, comenzó a
hablarles de Jesús. El hombre reaccionó y dijo: yo no creo en los cristianos
pues tengo una vecina que se dice cristiana y tiene un comportamiento que deja
que desear. En otra ocasión hablaba yo con una secretaria de la asociación de
profesores de la Universidad de Los Andes en Trujillo y, en el curso de la
conversación, le hice saber que yo era cristiano evangélico. La secretaria,
antigua conocida mía, al respecto me dijo: me quedo con mi iglesia católica;
tengo unos vecinos auto-llamados cristianos que no actúan como buenos vecinos. ¿Por qué?, le
pregunté. Porque abusan de mi propiedad. Vivo en Sabana de Mendoza (una
población de Trujillo) en una pequeña urbanización, y sin mi autorización
estacionan uno de sus carros en el lugar que me corresponde en el terreno de mi
casa, y, a pesar de que les he reclamado, lo siguen haciendo y aun se molestan
sin que les asista razón.
Esto, por supuesto, no es propio de hermanos convertidos,
y no sólo los desacredita a ellos sino también al Cuerpo de Cristo. De allí que
debemos ser muy cuidadosos porque la gente espera de nosotros una conducta lo
más correcta posible. Al recibir a Cristo como Señor y Salvador nos apartamos
del mundo, aunque sigamos viviendo en él, y hemos de procurar ser
irreprensibles. Y ello lo logramos a través de una vida de oración que nos
sitúa en comunión con Dios. Como Pablo lo señala, al convertirnos a Cristo
somos embajadores de Él y nuestra conducta en todos los sentidos debe
revelarlo.
domingo, 5 de marzo de 2017
Ejercitemos las señales del Señor
“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán”.
¿Qué es una señal? El Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) dice que señal es un “Rasgo o nota que se pone o hay
en las cosas para darlas a conocer y distinguirlas de otras”.
Con
la definición anterior entendemos lo que significó el Señor cuando pronunció
las palabras citadas: todos los que en Él creen se distinguirán por un
rasgo: podrán echar fuera demonios, sanar enfermos al poner sobre ellos sus
manos, etc. Es una señal poderosa que exige una condición: realizarla en su
nombre. Y es una señal fundada en una promesa, expresión de la voluntad de la
Deidad.
Para
que dichas señales se realicen es imprescindible una vida de consagración al
Señor, lo cual supone la posesión de una buena medida de fe. Todos sabemos que
nacemos con una medida de fe, unos más que otros. Pero podemos llevarla a un
alto nivel si dedicamos buena parte de nuestro tiempo a Dios. ¿Cómo? Orando,
especialmente, y ayunando en la medida de lo posible, congregándonos en la
iglesia o en las casas, evangelizando, sirviendo de diversas maneras. En
resumen: llevando una vida de obediencia al Señor, irreprensible.
El
Señor, si obramos con fe, nos respalda. De allí que, si las circunstancias de
la vida nos lo exigen, no debemos dudar. Sin embargo, cuando se trata de echar
fuera demonios, las experiencias recomiendan hacerlo en grupo mínimo de dos.
Pero si esto no fuera posible, en mi opinión, es suficiente la disposición
individual, ejercida con autoridad y denuedo. Porque con fe el poder del Señor
se manifiesta y nos sustenta.
En relación con
el acápite “…tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera nos
les hará daño” es necesario tener muy en cuenta que estas circunstancias han de
ser producto del transcurrir de la vida, nunca situaciones provocadas que pueden
acarrear graves consecuencias. Por ejemplo, nadie debe meterse deliberadamente
en un lugar de peligro para demostrar la promesa del Señor. Porque esto es como
desafiar o poner en duda su palabra.
En los Estados
Unidos, en el estado de Kentucky, en febrero de 2014, un pastor llamado Jamie
Coots murió a consecuencia de la mordida de una serpiente cascabel que
manipulaba. Ante su feligresía solía hacer esta clase de demostraciones. El 15
de febrero de ese año, según informó Noticia
Cristiana.com, mordido por el animal que sostenía en sus manos, se negó a
recibir asistencia médica. Este hermano fue víctima de su temeridad. Nada lo
justificaba y me parece que se movía por fanatismo o por muy errónea interpretación
del texto bíblico. No, las señales del Señor se harán realidad en tanto en
cuanto deban surgir para resolver o afrontar alguna necesidad humana, no para
hacer espectáculos o exhibir un poder que no es personal o no viene de Dios.
Todos los
cristianos, pues, están en capacidad de hacer lo que Jesús prometió en Marcos,
cap. 16, versículos 16 al 18. Los de antes y los de ahora. No es, como han
dicho algunos pastores y otros hombres de iglesia, una promesa del Señor para
los apóstoles que lo acompañaron en su época, sino para todos los hombres y
mujeres de fe de todos los tiempos hasta el fin del mundo que conocemos. Para ello
basta creer, lo cual conlleva una vida santa, es decir, irreprensible, que se cimenta
en el cumplimiento de los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús.
lunes, 23 de enero de 2017
EL DIARIO DE ANA FRANK Y LA PERSECUCIÓN AL PUEBLO JUDÍO
El Diario de Ana Frank es uno de los documentos más dramáticos relativos a
la persecución del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Su autora lo
escribió en un lapso de dos años, los mismos en que estuvo escondida en un
anexo del edificio donde su padre tenía sus negocios, llamado por la familia
“Casa de Atrás”. Allí revela sus estados
de ánimo, signados por la angustia, ante la posibilidad de que los nazis,
ocupantes de Ámsterdam, descubrieran el escondite. También constatamos a una
jovencita inteligente –tiene apenas trece años cuando se inicia el refugio-,
consciente del peligro que corre, ella (sus padres, su hermana y cuatro
personas más) pero que no pierde su anhelo de vivir y la esperanza de que sobrevivirá.
En 1944, año final del escondite, ya se perfilaba el triunfo de los aliados y
Ana lo sabía –tenían un discreto aparato de radio que los mantenía informados-
pero la suerte no los acompañó: el 1 de agosto de 1944 Ana escribe la última
página de su diario y tres días después, el 4 de agosto, uno de los jefes nazis
de Ámsterdam se presentó a la Casa de
Atrás junto con tres esbirros armados de la policía colaboracionista
holandesa y arrestó a los ocho refugiados. Fueron llevados a una jefatura policial
donde permanecieron cuatro días al cabo de los cuales se les trasladó a
Westerbork, un campo de concentración transitorio holandés para judíos. Allí
estuvieron hasta el 3 de septiembre cuando fueron deportados a Auschwitz;
algunos de los acompañantes de Ana Frank fueron gaseados al llegar y su madre
al poco tiempo murió de inanición. En este campo Ana y su hermana Margot permanecieron hasta
principios de octubre, fecha en la que
las enviaron al campo de Bergen Belsen, al norte de Alemania, tenido como menos
terrible que el de Auschwitz, lo cual no era cierto pues en el mismo se hallaban
los carceleros y carceleras más despiadados, la comida era prácticamente
inexistente y las condiciones higiénicas catastróficas: el tifus y otras epidemias
cundían. Ana y Margot murieron a consecuencia del tifus, Margot primero y Ana
poco después, a fines de febrero de 1945. Sus cuerpos fueron lanzados a una
fosa común donde, el 12 de abril de 1945, liberado el campo por tropas
británicas, se encontraron apretujados miles de cadáveres
Otro de los documentos estremecedores sobre la persecución antisemita es la
novela de Antonio G. Iturbe titulada La
bibliotecaria de Auschwitz. Es una de esas novelas basadas en hechos reales
cuyo juego ficcional es muy discreto. Iturbe se fundamentó en las
conversaciones que tuvo con Dita Polachova (hoy Dita Kraus por el apellido de
su esposo, Ota Kraus, que en la novela aparece como Ota Keller, residentes
actualmente en Israel). También en una rigurosa documentación y libros de diversos autores, casi todos
judíos, que sufrieron el Holocausto. Iturbe se trasladó a Auschwitz para
conocer las instalaciones, recoger más informaciones de primera mano y
experimentar la atmósfera física y síquica de los sitios de reclusión y su
entorno, todavía siniestra. La
bibliotecaria de Auschwitz, libro testimonial, nunca pierde los atributos
de la novela: ágil, amena, y bien escrita. Los sufrimientos, el estar en vilo
ante la amenaza de la muerte, las efusiones de solidaridad y también de
mezquindad entre los cautivos, las esperanzas y sueños de libertad son
expuestos con realismo eficiente y sobrio.
Uno de los aspectos más llamativos de la novela es el referido a Josef
Mengele, capitán y médico de las
SS, prototipo de la maldad en la
tragedia nazi. Mengele permaneció en Auschwitz-Birkenau durante toda la guerra
y fue el terror tanto de los judíos como de los gitanos, las dos etnias allí
confinadas. Bajo la excusa de una seudo investigación genética, maltrataba a
los prisioneros, niños sobre todo, con una crueldad diabólica. Este individuo ciertamente, desprovisto de
sensibilidad humana, tenía características demoníacas. Sus experimentos lo
hacían uno de los más repugnantes criminales de guerra, si no el más, de toda
la humanidad. Mengele escapó a la Argentina y allí se escondió hábilmente;
después, cuando supo de la captura de Eichmann, se escurrió hasta Brasil; en
este país, en 1979, murió ahogado en una playa mientras nadaba, a los sesenta y
ocho años. De no haber tenido esta muerte habría sido encontrado por las
autoridades israelíes y ajusticiado. No deja de ser impresionante la naturaleza
criminal de este hombre pues, siendo un joven de 34 años cuando fue liberado
Auschwitz-Birkenau, ya había dado lugar a crímenes y torturas atroces.
Cabe preguntarse sobre el porqué de la feroz persecución de los judíos en
el Holocausto. Se han dado razones históricas, sicológicas, económicas, etc.,.
Pero las mismas pierden peso cuando se recuerda que los judíos han sido
perseguidos durante toda su existencia. El Antiguo Testamento da cuenta de varias
persecuciones: la de Egipto, el cautiverio en Asiria, el cautiverio en
Babilonia, la persecución frustrada de Amán en el Libro de Ester, la diáspora
generada por los romanos, el Holocausto. Incluso, antes del Tercer Reich, se
hicieron famosos los pogromos en Rusia, Polonia y en general en Europa
oriental. Algunos se han aventurado a decir que la persecución sufrida durante
la diáspora ha sido consecuencia del sacrificio al que sometieron a Jesús, lo
cual tiene aspecto verosímil. En el Evangelio de San Mateo (27: 24-25) se
relata cómo Poncio Pilato, al lavarse las manos, deja constancia de su
inocencia ante la condena a muerte de un justo:
“Viendo Pilato que nada adelantaba,
sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del
pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.
Y respondiendo todo el pueblo
dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y
sobre nuestros hijos”.
Podría, pues, argumentarse que con semejante declaración los judíos se
echaron sobre sí una terrible maldición. Sin embargo, no debe olvidarse que en
los instantes de su muerte Jesús clamó ante el Padre Eterno el perdón a sus
captores:
“Y Jesús decía: Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
(San Lucas 23:34)
Y ocurre que el perdón tiene gran fuerza exculpatoria. Al solicitar perdón
ante Dios ya él lo concedía. Creo por esta razón que el pueblo judío (tozudamente negatorio de Jesús) recibió el
perdón del Hijo de Dios, ese hombre-deidad maravilloso que no negó su vida ni
escatimó su amor para trazar el camino de la salvación, incluyendo a parte de
ese pueblo -el suyo- que lo desconoció y lo sacrificó. Luego, no deberíamos
admitir que el Holocausto fue consecuencia del sacrificio de Jesús. Primero porque
Jesucristo, Señor de señores, Rey de reyes, perdonó; segundo porque si bien los
martirizadores de Jesús fueron judíos, todos sus seguidores también fueron
judíos (entre ellos los apóstoles y Pablo en resaltante lugar). Por demás el
hecho de que la mayoría de las persecuciones fueron hechas mucho antes del
advenimiento del Pastor de Galilea demuestra que la crucifixión no fue la causa
espiritual del genocidio del Tercer Reich.
Al meditar sobre este pueblo llegamos a la conclusión de que la causa de
sus vicisitudes se encuentra en su condición de pueblo elegido. El Antiguo Testamento refiere como Jehová llamó a
un varón piadoso de Ur de los caldeos llamado Abram (luego Abraham) para que
habitara la tierra de Canaán (“…desde el río de Egipto hasta el río grande, el
río Eufrates”, Génesis 15:18) y fundara allí una gran nación. Entre Jehová-Dios
y Abraham y su descendencia se estableció un pacto perpetuo “para ser tu Dios,
y el de tu descendencia después de ti”. Es evidente que ese pacto implicaba
aceptar y adorar al Dios Único y hacerlo conocer a toda la tierra. El pueblo
hebreo se convirtió por esto en depositario de una gran responsabilidad: era el
pueblo de Dios, pueblo elegido para una trascendental misión.
Satanás es el enemigo de Dios y de los seres humanos y desde la maldición
que en él recayó por haber inducido a la desobediencia a Adán y Eva su
propósito es separar a los hombres de Dios. Por esto el pueblo elegido, el
pueblo hebreo es uno de sus principales adversarios: dañarlo, perseguirlo es
uno de sus trabajos predilectos. La persecución al pueblo judío a lo largo de
su historia es el resultado de la especial saña de Satanás en su contra.
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