La Jornada, Myrna
Grant
Con
este título, Myrna Grant escribió el libro en el que relata la vida de Rosa
Warmer, la mujer judía que predicó el Evangelio en los campos de concentración
nazis, específicamente Auschwitz y Bergen-Belsen. Warmer era natural de Hungría
cuando ésta formaba parte del imperio Austrohúngaro, nacida en Piestany, una
población pequeña, pacífica, en la que pasó su niñez y parte de su juventud.
Criada como judía, un día cayó en sus manos una Biblia que comenzó a leer en
cierto modo por azar, quedando impactada por la espiritualidad y verdad
derivada de ella. Inmediatamente se entregó a Jesús. Sin dilación comenzó a
realizar La Gran Comisión, obedeciendo la exhortación de Dios que había
recibido para predicar a su propio pueblo.
Nacida
en 1909, vivió los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial. No obstante,
su familia no padeció de manera terrible los rigores de esta guerra. Tenía 27
años cuando Hitler tomó el poder y, aun cuando este hombre, previamente escrito
su célebre Mein Kampf, manifestaba su
odio contra los judíos, junto con su familia no creyó que las amenazas se
convirtieran en realidad. Producida la invasión de Checoeslovaquia y de su país
comenzó a abrir los ojos en ocasión de la anexión a Checoeslovaquia de su pueblo natal,
Piestany, profundamente húngaro, por órdenes de Hitler.
Las
autoridades húngaras, aliadas de Hitler, no hicieron suyos el odio contra los
judíos y no dieron lugar a la persecución por lo cual el dictador las acusó de
blandas y, pasados algunos días, de traición. Fue entonces cuando se hizo más
fuerte la presencia nazi en suelo húngaro y se dio inicio a la persecución. Rosa Warmer, que tuvo la protección de un
matrimonio estadounidense de origen judío, los esposos Miller, no aceptó
emigrar a Estados Unidos y poco tiempo después, caminando por las calles de
Budapest, fue identificada como judía y capturada. Internada en Auschwitz continuó
intensamente con su labor evangelizadora. Como todos los judíos fue sometida a
toda clase de horrores en este campo y para mayor sufrimiento rechazada por los
creyentes ortodoxos que la acusaban de practicar “la religión de los nazis”.
Sin embargo, logró convertir al cristianismo a muchos de sus hermanos judíos. Aunque
enflaquecida hasta el extremo, enferma, y expuesta a ser enviada a las cámaras
de gas, Dios la protegió y sobrevivió no solo a Auschwitz sino a Bergen-Belsen.
Liberada
en 1945 volvió a Hungría y continuó con su obra evangelizadora en las calles,
en las sinagogas, entre sus vecinos. Se tropezó con los gobernantes comunistas
que se apoderaron de toda Europa oriental. En su propio país la seguían, la
hostilizaban a sabiendas de que no era una luchadora política sino una
evangelista. Su obra no era en vano y siempre conseguía la conversión de
hermanos judíos. La acusaron de espía y fue encarcelada nuevamente. Al recobrar
la libertad continuó realizando La Gran Comisión. El Señor, no obstante,
consideró que su obra había sido suficiente y determinó su salida del país
pero no para los Estados Unidos como la mayoría de sus hermanos de fe deseaban
sino para Palestina. Tenía que ser allí porque el Señor le había dado por
misión predicar el Evangelio entre los judíos, su pueblo. No era, por
supuesto, una misión nueva sino la de siempre, desde que recibió a nuestro
Señor Jesucristo como Señor y Salvador. Con nuevas perspectivas a
principios de los años cincuenta emigró a Palestina, la Tierra Prometida. No
sabemos si murió allí. El libro de Myrna Grant no lo dice, pero es de suponer
que así fue. Redactamos esta nota en julio de 2018. Rosa Warmer había nacido en
1909.