sábado, 27 de mayo de 2017

La conflictividad en Venezuela

El 19 de abril de 2017 es un día que los venezolanos no van a olvidar. Ni los que vivimos ahora y que lo presenciamos ni los que vivirán después. Estos últimos porque la historia se encargará de registrarlo. Fue un día de protesta nacional casi unánime. La marcha prevista, hecha en Caracas, fue la más grande de la historia nacional, desde el año de fundación (1830) hasta el día de hoy. En las demás ciudades, grandes y pequeñas, las marchas fueron también numerosas y la disposición pacífica. El Gobierno hizo su propia marcha, a la misma hora y casi por los mismos espacios,  Ese 19 de abril fue el comienzo de una protesta nacional que no cesará hasta que el Gobierno de Nicolás Maduro no convoque a elecciones o renuncie.
El gobierno chavista desde su inauguración en 1998 ha expropiado 4 millones de hectáreas productivas -hoy ociosas-, 19 centrales azucareros (de los cuales sólo 2 funcionan), miles de empresas privadas, etc.  La consecuencia es que la producción colapsó y en su determinante mayoría debe importarse lo que consumimos. Cuando en vida del Sr. Chávez el barril de petróleo se cotizó por encima de 100$, la importación marchó bien pero al caer el precio -como suele ocurrir- y cotizarse el barril en unos 45$ se produjo la debacle. La economía nacional entró en crisis por tres factores: 1) disminución del ingreso por concepto de petróleo, 2) ruina del aparato productivo, 3) corrupción generalizada de la cúpula gubernamental. La consecuencia: una economía destruida lo cual trae escasez, inflación y degradación de los servicios. La escasez se hace sensible en dos áreas: alimentos y medicinas. Y su resultante más escandalosa: hambre, sobre todo entre los más pobres.
¿Cómo entender esta situación? Los hombres de Dios, los profetas, han recibido por revelación que Venezuela vive hoy un juicio. El profeta José Ángel Hernández, autor del libro Memorias de una nación en guerra, indicó que desde la década del ochenta el Señor advirtió sobre la necesidad de arrodillarse ante Él en oración constante y pedir  la rectificación del país (buena parte de la población se había entregado a la brujería, un crimen espiritual de gran magnitud).  Esta exigencia de Dios fue para la Iglesia de Cristo, el Cuerpo de Cristo. Pero éste en su mayoría no la cumplió. Sólo un remanente fue fiel a ella. Satanás pidió al Señor que le entregara a Venezuela con el pretexto de que ni la iglesia por su liviandad ni el país por su pecado merecían misericordia. Pero el Señor lo negó  en virtud de la fidelidad del remanente. Por eso la actual Venezuela desaparecerá y luego nacerá una completamente nueva. El profeta José Ángel Hernández, conforme a la revelación, usa un símil para explicar los hechos: la actual Venezuela es como una vieja embarazada y en trance de morir en cuyo vientre está la Venezuela nueva. Esa vieja morirá con sangre. Es lo que estamos presenciando porque los factores de poder, practicantes principales de la brujería,  se aferran a sus privilegios. De allí la represión que ha matado hasta la fecha más de 50 personas, jóvenes todos, sin contar las muertes colaterales. Pero el fin del Gobierno vendrá y al unísono una nueva Venezuela que se caracterizará por un gran crecimiento de la Iglesia de Cristo. Ocurrirá un avivamiento como nunca lo había sido en la historia mundial, un avivamiento nacional que se extenderá a todo el mundo. Nuestro país tendrá un Cuerpo de Cristo santo y ungido que derrotará a la brujería y hará retroceder dramáticamente a la idolatría. Entonces seremos una nación de paz, unida, segura, orante, próspera en todos los órdenes. El Cuerpo de Cristo se extenderá por todo el territorio y será un semillero de ministros y misioneros que se diseminarán por el mundo. Se restablecerán las relaciones con Israel y un intercambio fecundo habrá entre ambas naciones. Pero todos, especialmente los cristianos, tenemos una gran responsabilidad y compromiso: Orar sin cesar, día y noche, en las iglesias y nuestras casas. Pidamos al Señor por esa  Venezuela nueva, por nuestro crecimiento en Cristo y nuestra protección, y el de nuestras familias. Debemos guardar santidad y pedir a Dios, en el nombre de Jesús, que se acorten los tiempos para ese nacimiento, y las penurias inherentes al deceso de la vieja Venezuela sean suspendidas. Amén, amén.

Nota: deseo advertir a mis lectores que cuando empleo el término "chavista" lo hago conforme a objetividad y no a intención secundaria alguna. Es un término validado por el uso y aceptado por  el universo de adhesión a la figura de la persona de cuyo nombre derivó.

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