jueves, 27 de septiembre de 2018

Venezuela colapsada, la realidad paralela espiritual



     



Venezuela colapsada, la realidad paralela espiritual

            Escribo esta nota en una noche de finales de septiembre de 2018. Las cavilaciones vienen a mí por vivir en un país acabado: no hay comida suficiente, ni medicinas; escasean el gas, la gasolina, el dinero efectivo, el transporte público, la electricidad, los repuestos de toda índole, el internet (lentísimo) etc., etc. El comunismo de gobernantes atrasados y lerdos suele traer esto. Al Sr. Maduro le tienen un apodo que no deseo repetir por mi condición de cristiano, pero me pregunto si en definitiva responde a la verdad. Se formó en La Habana en los años de la euforia comunista y en su mente se grabó el propósito de implantar el comunismo en su país. Para él nada significan la perestroika, ni el derrumbe del Muro de Berlín y la apertura consiguiente de Europa del Este. Dicen que los cubanos lo manejan e impiden cambiar el modelo que a troche y moche quiere imponer en Venezuela, pero creo lo contrario: a pesar de la apertura cubana que, con el retiro de Raúl Castro tal vez se mantenga vigente,  el Sr. Maduro pareciera querer imponer el comunismo como resultado de un deseo personal que se corresponda con la formación ideológica que recibió en La Habana. Una vez vi un video en el que Fidel Castro le decía a Hugo Chávez que Venezuela no era Cuba. El viejo zorro tenía razón. El comunismo no tiene futuro en una Venezuela con ADN libertario y experimentada en un lapso democrático de más de cuarenta años.
            Ojalá que la negociación sea considerada en los planes del gobierno presidido por Maduro porque la escasez puede agudizarse y la población desesperarse. Sobre Venezuela hay una amenaza de hambruna que el Gobierno se niega a reconocer tercamente. Niega la ayuda humanitaria que muchos países vienen ofreciendo sabedores de la grave carestía que aflige al país, la cual ha dado lugar a un éxodo sin precedentes en la historia del continente americano y es uno de los más graves de la historia humana. 
            ¿Por qué Venezuela vive una situación de tal magnitud transcurridos casi veinte años? Porque se alejó de Dios. Sé que decir esto puede motivar a risa a los incrédulos, a los ateos, a los librepensadores pero no por ello deja de ser verdad y yo dejar de decirlo. Hubo un tiempo considerable en que una buena porción de los venezolanos prefirió dar la espalda al Dios de todo el Universo. Se dedicaron a exaltar al maligno, es decir, a María Lionza: se iban en grises peregrinajes al cerro de Sorte en Chivacoa. Por allí recalaban ricos y pobres, viejos y jóvenes, sanos y enfermos, hombres y mujeres, seudo hombres y seudo mujeres, ilustrados envilecidos por la superstición, políticos y aventureros de toda laya. Y lo peor: la brujería en sus diversas aberraciones cundió.
            Profetas del Señor lo advirtieron. Y alertaron. Dieron prédicas, escribieron, testimoniaron, hicieron guerra espiritual, instaron a los ministros a que se pusieran al frente de una gran campaña nacional de las iglesias –perseverante y guerrera- pero pocos hicieron caso. Algunos asumieron gestos de reprensión, pero se cansaron. Aquellos profetas se quedaron solos. El Señor exigía arrepentimiento y perseverancia de un pueblo visible o, en su defecto, de una iglesia combativa y con aliento hasta la victoria. No fue así. En 1999 comenzó la tragedia: un militar, agente de un golpe de estado frustrado, tomó el poder aclamado por un pueblo alienado por el facilismo. Lo demás es historia conocida y padecida. Sin embargo, de aquella iglesia medrosa y cómoda, quedó un remanente fiel y clamoroso, incansable. A este ha oído el Señor y por él se ha conmovido. Es, me ha parecido a mí, la historia en positivo de Abraham intercediendo por Sodoma y Gomorra. El Padre de la Fe no encontró ni un solo justo. Por eso vino la destrucción. Dios Padre Eterno y Misericordioso, para bien de Venezuela, halló a ese remanente fiel y santo. Por ello la tragedia comunista no se impondrá y una nueva Venezuela saldrá de las entrañas de la actual y carcomida. Y una iglesia irreprensible, para gloria del Dios Padre y su Santo Hijo Jesucristo, será para siempre el sustento de esa nueva nación en cuyas vísperas estamos. ¡Bendito sea el Señor!  Amén, amén.



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