Venezuela
colapsada, la realidad paralela espiritual
Escribo
esta nota en una noche de finales de septiembre de 2018. Las cavilaciones
vienen a mí por vivir en un país acabado: no hay comida suficiente, ni
medicinas; escasean el gas, la gasolina, el dinero efectivo, el transporte
público, la electricidad, los repuestos de toda índole, el internet (lentísimo)
etc., etc. El comunismo de gobernantes atrasados y lerdos suele traer esto. Al Sr. Maduro le tienen un apodo que no deseo repetir por mi condición de
cristiano, pero me pregunto si en definitiva responde a la verdad. Se formó
en La Habana en los años de la euforia comunista y en su mente se grabó el
propósito de implantar el comunismo en su país. Para él nada significan la perestroika, ni el derrumbe del Muro de
Berlín y la apertura consiguiente de Europa del Este. Dicen que los cubanos lo
manejan e impiden cambiar el modelo que a troche y moche quiere imponer en
Venezuela, pero creo lo contrario: a pesar de la apertura cubana que, con el retiro
de Raúl Castro tal vez se mantenga vigente, el Sr. Maduro pareciera querer imponer el
comunismo como resultado de un deseo personal que se corresponda con la
formación ideológica que recibió en La Habana. Una vez vi un
video en el que Fidel Castro le decía a Hugo Chávez que Venezuela no era Cuba.
El viejo zorro tenía razón. El comunismo no tiene futuro en una Venezuela con
ADN libertario y experimentada en un lapso democrático de más de cuarenta años.
Ojalá
que la negociación sea considerada en los planes del gobierno presidido por
Maduro porque la escasez puede agudizarse y la población desesperarse. Sobre Venezuela hay una amenaza de hambruna que el
Gobierno se niega a reconocer tercamente. Niega la ayuda humanitaria que muchos
países vienen ofreciendo sabedores de la grave carestía que aflige al país, la cual
ha dado lugar a un éxodo sin precedentes en la historia del continente
americano y es uno de los más graves de la historia humana.
¿Por
qué Venezuela vive una situación de tal magnitud transcurridos casi veinte
años? Porque se alejó de Dios. Sé que decir esto puede motivar a risa a los
incrédulos, a los ateos, a los librepensadores pero no por ello deja de ser
verdad y yo dejar de decirlo. Hubo un tiempo considerable en que una buena
porción de los venezolanos prefirió dar la espalda al Dios de todo el
Universo. Se dedicaron a exaltar al maligno, es decir, a María Lionza: se iban
en grises peregrinajes al cerro de Sorte en Chivacoa. Por allí recalaban ricos
y pobres, viejos y jóvenes, sanos y enfermos, hombres y mujeres, seudo hombres
y seudo mujeres, ilustrados envilecidos por la superstición, políticos y
aventureros de toda laya. Y lo peor: la brujería en sus diversas aberraciones
cundió.
Profetas
del Señor lo advirtieron. Y alertaron. Dieron prédicas, escribieron,
testimoniaron, hicieron guerra espiritual, instaron a los ministros a que se
pusieran al frente de una gran campaña nacional de las iglesias –perseverante y
guerrera- pero pocos hicieron caso. Algunos asumieron gestos de reprensión,
pero se cansaron. Aquellos profetas se quedaron solos. El Señor exigía
arrepentimiento y perseverancia de un pueblo visible o, en su defecto, de una
iglesia combativa y con aliento hasta la victoria. No fue así. En 1999 comenzó
la tragedia: un militar, agente de un golpe de estado frustrado, tomó el
poder aclamado por un pueblo alienado por el facilismo. Lo demás es historia
conocida y padecida. Sin embargo, de aquella iglesia medrosa y cómoda, quedó un
remanente fiel y clamoroso, incansable. A este ha oído el Señor y por él se ha
conmovido. Es, me ha parecido a mí, la historia en positivo de Abraham intercediendo por Sodoma y Gomorra. El Padre
de la Fe no encontró ni un solo justo. Por eso vino la destrucción. Dios Padre
Eterno y Misericordioso, para bien de Venezuela, halló a ese remanente
fiel y santo. Por ello la tragedia comunista no se impondrá y una nueva
Venezuela saldrá de las entrañas de la actual y carcomida. Y una
iglesia irreprensible, para gloria del Dios Padre y su Santo Hijo Jesucristo,
será para siempre el sustento de esa nueva nación en cuyas vísperas estamos.
¡Bendito sea el Señor! Amén, amén.