Ejercitemos las señales del Señor
“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán”.
¿Qué es una señal? El Diccionario de la Real
Academia Española (DRAE) dice que señal es un “Rasgo o nota que se pone o hay
en las cosas para darlas a conocer y distinguirlas de otras”.
Con
la definición anterior entendemos lo que significó el Señor cuando pronunció
las palabras citadas: todos los que en Él creen se distinguirán por un
rasgo: podrán echar fuera demonios, sanar enfermos al poner sobre ellos sus
manos, etc. Es una señal poderosa que exige una condición: realizarla en su
nombre. Y es una señal fundada en una promesa, expresión de la voluntad de la
Deidad.
Para
que dichas señales se realicen es imprescindible una vida de consagración al
Señor, lo cual supone la posesión de una buena medida de fe. Todos sabemos que
nacemos con una medida de fe, unos más que otros. Pero podemos llevarla a un
alto nivel si dedicamos buena parte de nuestro tiempo a Dios. ¿Cómo? Orando,
especialmente, y ayunando en la medida de lo posible, congregándonos en la
iglesia o en las casas, evangelizando, sirviendo de diversas maneras. En
resumen: llevando una vida de obediencia al Señor, irreprensible.
El
Señor, si obramos con fe, nos respalda. De allí que, si las circunstancias de
la vida nos lo exigen, no debemos dudar. Sin embargo, cuando se trata de echar
fuera demonios, las experiencias recomiendan hacerlo en grupo mínimo de dos.
Pero si esto no fuera posible, en mi opinión, es suficiente la disposición
individual, ejercida con autoridad y denuedo. Porque con fe el poder del Señor
se manifiesta y nos sustenta.
En relación con
el acápite “…tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera nos
les hará daño” es necesario tener muy en cuenta que estas circunstancias han de
ser producto del transcurrir de la vida, nunca situaciones provocadas que pueden
acarrear graves consecuencias. Por ejemplo, nadie debe meterse deliberadamente
en un lugar de peligro para demostrar la promesa del Señor. Porque esto es como
desafiar o poner en duda su palabra.
En los Estados
Unidos, en el estado de Kentucky, en febrero de 2014, un pastor llamado Jamie
Coots murió a consecuencia de la mordida de una serpiente cascabel que
manipulaba. Ante su feligresía solía hacer esta clase de demostraciones. El 15
de febrero de ese año, según informó Noticia
Cristiana.com, mordido por el animal que sostenía en sus manos, se negó a
recibir asistencia médica. Este hermano fue víctima de su temeridad. Nada lo
justificaba y me parece que se movía por fanatismo o por muy errónea interpretación
del texto bíblico. No, las señales del Señor se harán realidad en tanto en
cuanto deban surgir para resolver o afrontar alguna necesidad humana, no para
hacer espectáculos o exhibir un poder que no es personal o no viene de Dios.
Todos los
cristianos, pues, están en capacidad de hacer lo que Jesús prometió en Marcos,
cap. 16, versículos 16 al 18. Los de antes y los de ahora. No es, como han
dicho algunos pastores y otros hombres de iglesia, una promesa del Señor para
los apóstoles que lo acompañaron en su época, sino para todos los hombres y
mujeres de fe de todos los tiempos hasta el fin del mundo que conocemos. Para ello
basta creer, lo cual conlleva una vida santa, es decir, irreprensible, que se cimenta
en el cumplimiento de los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús.
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