domingo, 5 de marzo de 2017


Ejercitemos las señales del Señor


          En el evangelio de San Marcos, capítulo 16, versículos 16 al 18, Jesús nos dice:
          “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán”. 

         ¿Qué es una señal? El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) dice que señal es un “Rasgo o nota que se pone o hay en las cosas para darlas a conocer y distinguirlas de otras”.

         Con la definición anterior entendemos lo que significó el Señor cuando pronunció las palabras citadas: todos los que en Él creen se distinguirán por un rasgo: podrán echar fuera demonios, sanar enfermos al poner sobre ellos sus manos, etc. Es una señal poderosa que exige una condición: realizarla en su nombre. Y es una señal fundada en una promesa, expresión de la voluntad de la Deidad.

         Para que dichas señales se realicen es imprescindible una vida de consagración al Señor, lo cual supone la posesión de una buena medida de fe. Todos sabemos que nacemos con una medida de fe, unos más que otros. Pero podemos llevarla a un alto nivel si dedicamos buena parte de nuestro tiempo a Dios. ¿Cómo? Orando, especialmente, y ayunando en la medida de lo posible, congregándonos en la iglesia o en las casas, evangelizando, sirviendo de diversas maneras. En resumen: llevando una vida de obediencia al Señor, irreprensible.

         El Señor, si obramos con fe, nos respalda. De allí que, si las circunstancias de la vida nos lo exigen, no debemos dudar. Sin embargo, cuando se trata de echar fuera demonios, las experiencias recomiendan hacerlo en grupo mínimo de dos. Pero si esto no fuera posible, en mi opinión, es suficiente la disposición individual, ejercida con autoridad y denuedo. Porque con fe el poder del Señor se manifiesta y nos sustenta.

           En relación con el acápite “…tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera nos les hará daño” es necesario tener muy en cuenta que estas circunstancias han de ser producto del transcurrir de la vida, nunca situaciones provocadas que pueden acarrear graves consecuencias. Por ejemplo, nadie debe meterse deliberadamente en un lugar de peligro para demostrar la promesa del Señor. Porque esto es como desafiar o poner en duda su palabra.

En los Estados Unidos, en el estado de Kentucky, en febrero de 2014, un pastor llamado Jamie Coots murió a consecuencia de la mordida de una serpiente cascabel que manipulaba. Ante su feligresía solía hacer esta clase de demostraciones. El 15 de febrero de ese año, según informó Noticia Cristiana.com, mordido por el animal que sostenía en sus manos, se negó a recibir asistencia médica. Este hermano fue víctima de su temeridad. Nada lo justificaba y me parece que se movía por fanatismo o por muy errónea interpretación del texto bíblico. No, las señales del Señor se harán realidad en tanto en cuanto deban surgir para resolver o afrontar alguna necesidad humana, no para hacer espectáculos o exhibir un poder que no es personal o no viene de Dios.

Todos los cristianos, pues, están en capacidad de hacer lo que Jesús prometió en Marcos, cap. 16, versículos 16 al 18. Los de antes y los de ahora. No es, como han dicho algunos pastores y otros hombres de iglesia, una promesa del Señor para los apóstoles que lo acompañaron en su época, sino para todos los hombres y mujeres de fe de todos los tiempos hasta el fin del mundo que conocemos. Para ello basta creer, lo cual conlleva una vida santa, es decir, irreprensible, que se cimenta en el cumplimiento de los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús.


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