lunes, 23 de enero de 2017

EL DIARIO DE ANA FRANK Y LA PERSECUCIÓN AL PUEBLO JUDÍO



El Diario de Ana Frank es uno de los documentos más dramáticos relativos a la persecución del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial. Su autora lo escribió en un lapso de dos años, los mismos en que estuvo escondida en un anexo del edificio donde su padre tenía sus negocios, llamado por la familia “Casa de Atrás”.  Allí revela sus estados de ánimo, signados por la angustia, ante la posibilidad de que los nazis, ocupantes de Ámsterdam, descubrieran el escondite. También constatamos a una jovencita inteligente –tiene apenas trece años cuando se inicia el refugio-, consciente del peligro que corre, ella (sus padres, su hermana y cuatro personas más) pero que no pierde su anhelo de vivir y la esperanza de que sobrevivirá. En 1944, año final del escondite, ya se perfilaba el triunfo de los aliados y Ana lo sabía –tenían un discreto aparato de radio que los mantenía informados- pero la suerte no los acompañó: el 1 de agosto de 1944 Ana escribe la última página de su diario y tres días después, el 4 de agosto, uno de los jefes nazis de Ámsterdam se presentó a la Casa de Atrás junto con tres esbirros armados de la policía colaboracionista holandesa y arrestó a los ocho refugiados. Fueron llevados a una jefatura policial donde permanecieron cuatro días al cabo de los cuales se les trasladó a Westerbork, un campo de concentración transitorio holandés para judíos. Allí estuvieron hasta el 3 de septiembre cuando fueron deportados a Auschwitz; algunos de los acompañantes de Ana Frank fueron gaseados al llegar y su madre al poco tiempo murió de inanición. En este campo Ana y  su hermana Margot permanecieron hasta principios de octubre, fecha  en la que las enviaron al campo de Bergen Belsen, al norte de Alemania, tenido como menos terrible que el de Auschwitz, lo cual no era cierto pues en el mismo se hallaban los carceleros y carceleras más despiadados, la comida era prácticamente inexistente y las condiciones higiénicas catastróficas: el tifus y otras epidemias cundían. Ana y Margot murieron a consecuencia del tifus, Margot primero y Ana poco después, a fines de febrero de 1945. Sus cuerpos fueron lanzados a una fosa común donde, el 12 de abril de 1945, liberado el campo por tropas británicas, se encontraron apretujados miles de cadáveres
Otro de los documentos estremecedores sobre la persecución antisemita es la novela de Antonio G. Iturbe titulada La bibliotecaria de Auschwitz. Es una de esas novelas basadas en hechos reales cuyo juego ficcional es muy discreto. Iturbe se fundamentó en las conversaciones que tuvo con Dita Polachova (hoy Dita Kraus por el apellido de su esposo, Ota Kraus, que en la novela aparece como Ota Keller, residentes actualmente en Israel). También en una rigurosa documentación y  libros de diversos autores, casi todos judíos, que sufrieron el Holocausto. Iturbe se trasladó a Auschwitz para conocer las instalaciones, recoger más informaciones de primera mano y experimentar la atmósfera física y síquica de los sitios de reclusión y su entorno, todavía siniestra. La bibliotecaria de Auschwitz, libro testimonial, nunca pierde los atributos de la novela: ágil, amena, y bien escrita. Los sufrimientos, el estar en vilo ante la amenaza de la muerte, las efusiones de solidaridad y también de mezquindad entre los cautivos, las esperanzas y sueños de libertad son expuestos con realismo eficiente y sobrio.
Uno de los aspectos más llamativos de la novela es el referido a Josef Mengele, capitán y médico  de las SS,  prototipo de la maldad en la tragedia nazi. Mengele permaneció en Auschwitz-Birkenau durante toda la guerra y fue el terror tanto de los judíos como de los gitanos, las dos etnias allí confinadas. Bajo la excusa de una seudo investigación genética, maltrataba a los prisioneros, niños sobre todo, con una crueldad diabólica. Este  individuo ciertamente, desprovisto de sensibilidad humana, tenía características demoníacas. Sus experimentos lo hacían uno de los más repugnantes criminales de guerra, si no el más, de toda la humanidad. Mengele escapó a la Argentina y allí se escondió hábilmente; después, cuando supo de la captura de Eichmann, se escurrió hasta Brasil; en este país, en 1979, murió ahogado en una playa mientras nadaba, a los sesenta y ocho años. De no haber tenido esta muerte habría sido encontrado por las autoridades israelíes y ajusticiado. No deja de ser impresionante la naturaleza criminal de este hombre pues, siendo un joven de 34 años cuando fue liberado Auschwitz-Birkenau, ya había dado lugar a crímenes y torturas atroces.
Cabe preguntarse sobre el porqué de la feroz persecución de los judíos en el Holocausto. Se han dado razones históricas, sicológicas, económicas, etc.,. Pero las mismas pierden peso cuando se recuerda que los judíos han sido perseguidos durante toda su existencia. El Antiguo Testamento da cuenta de varias persecuciones: la de Egipto, el cautiverio en Asiria, el cautiverio en Babilonia, la persecución frustrada de Amán en el Libro de Ester, la diáspora generada por los romanos, el Holocausto. Incluso, antes del Tercer Reich, se hicieron famosos los pogromos en Rusia, Polonia y en general en Europa oriental. Algunos se han aventurado a decir que la persecución sufrida durante la diáspora ha sido consecuencia del sacrificio al que sometieron a Jesús, lo cual tiene aspecto verosímil. En el Evangelio de San Mateo (27: 24-25) se relata cómo Poncio Pilato, al lavarse las manos, deja constancia de su inocencia ante la condena a muerte de un justo:
Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.
Y respondiendo todo el pueblo dijo: Su sangre sea sobre nosotros,  y sobre nuestros hijos”.
Podría, pues, argumentarse que con semejante declaración los judíos se echaron sobre sí una terrible maldición. Sin embargo, no debe olvidarse que en los instantes de su muerte Jesús clamó ante el Padre Eterno el perdón a sus captores:

“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
(San Lucas 23:34)

Y ocurre que el perdón tiene gran fuerza exculpatoria. Al solicitar perdón ante Dios ya él lo concedía. Creo por esta razón que el pueblo judío  (tozudamente negatorio de Jesús) recibió el perdón del Hijo de Dios, ese hombre-deidad maravilloso que no negó su vida ni escatimó su amor para trazar el camino de la salvación, incluyendo a parte de ese pueblo -el suyo- que lo desconoció y lo sacrificó. Luego, no deberíamos admitir que el Holocausto fue consecuencia del sacrificio de Jesús. Primero porque Jesucristo, Señor de señores, Rey de reyes, perdonó; segundo porque si bien los martirizadores de Jesús fueron judíos, todos sus seguidores también fueron judíos (entre ellos los apóstoles y Pablo en resaltante lugar). Por demás el hecho de que la mayoría de las persecuciones fueron hechas mucho antes del advenimiento del Pastor de Galilea demuestra que la crucifixión no fue la causa espiritual del genocidio del Tercer Reich.
Al meditar sobre este pueblo llegamos a la conclusión de que la causa de sus vicisitudes se encuentra en su condición de pueblo elegido. El Antiguo Testamento refiere como Jehová llamó a un varón piadoso de Ur de los caldeos llamado Abram (luego Abraham) para que habitara la tierra de Canaán (“…desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates”, Génesis 15:18) y fundara allí una gran nación. Entre Jehová-Dios y Abraham y su descendencia se estableció un pacto perpetuo “para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti”. Es evidente que ese pacto implicaba aceptar y adorar al Dios Único y hacerlo conocer a toda la tierra. El pueblo hebreo se convirtió por esto en depositario de una gran responsabilidad: era el pueblo de Dios, pueblo elegido para una trascendental misión.
Satanás es el enemigo de Dios y de los seres humanos y desde la maldición que en él recayó por haber inducido a la desobediencia a Adán y Eva su propósito es separar a los hombres de Dios. Por esto el pueblo elegido, el pueblo hebreo es uno de sus principales adversarios: dañarlo, perseguirlo es uno de sus trabajos predilectos. La persecución al pueblo judío a lo largo de su historia es el resultado de la especial saña de Satanás en su contra.








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