martes, 29 de agosto de 2017

¿Violencia buena, violencia mala?

En días pasados vi y oí  en una entrevista televisiva a un dirigente del gobierno venezolano hablando sobre los sucesos ocurridos en Venezuela antes del 30 de julio de 2017, fecha de la elección de la llamada Asamblea Nacional Constituyente, cuestionada por la mayoría de los venezolanos y la comunidad internacional. El dirigente forma parte de la cúpula de los diez personajes más cercanos al Presidente del país. La médula de su discurso consistió en decir que había una violencia mala y una buena. Por supuesto, la mala fue la de los "guarimberos" que durante tres meses, con barricadas, trancaron las calles del país. La buena, la del Gobierno, el cual, para garantizar la normalidad, debió recurrir a la represión mediante la GNB, la PNB y los grupos informales de choque, los tupamaros, también llamados "colectivos". Era, por decirlo así, toda una composición lírica para justificar la represión: no podía ser que la oposición organizada, o sea, la MUD, trajera a las calles jóvenes, imberbes casi todos, para impedir a la gente cumplir con sus deberes. El candor con que el dirigente argumentaba era conmovedor.
Cuando analizamos los hechos nos percatamos de la verdad. Los jóvenes que trancaron las vías lo hicieron conforme a su voluntad. Tanto es así que siempre dijeron que su protesta no obedecía a instancias de la MUD y que su motivo era la situación de escasez en alimentos y medicinas y el carácter dictatorial del Gobierno evidenciado en el desconocimiento de la Asamblea Nacional electa por el pueblo en diciembre de 2015 y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente sin respetar las normas de la Constitución vigente.
Las trancas contaron con la aprobación de la mayoría nacional pues si bien la participación de la gente adulta no fue activa, agregada al grupo de los jóvenes, las admitían y soportaban sus efectos.
 Es importante resaltar que la violencia no es sólo física. Es también, y de manera muy sensible, la ejercida por las políticas del Gobierno nacional. Una de éstas es la de las expropiaciones  y la amenaza constante sobre las actividades productivas, lo cual origina escasez en alimentos, medicinas, gas, y en general en insumos de primera necesidad. La escasez, a su vez, genera inflación, cada vez mayor en la medida en que la misma se agrava. Desde hace tiempo Venezuela es el país con la inflación más alta del mundo y ésta alcanza al mes de agosto-2017 niveles que la convierten en hiper-inflación. Este hecho, sumado al cerco dictatorial que el Gobierno realiza sobre el país, ha dado lugar a una dramática disminución de la calidad de vida y a un grado de malestar muy elevado. ¿Qué hacer? Negociar. Esta es palabra clave, incomprendida por algunos, pero la única que da lugar a las gestiones para una superación de la crisis y conjuradora de violencia social. Hay tiempo todavía. El Gobierno tiene que admitir que el modelo comunal (en rigor comunista, plasmado en Cuba) es un fracaso total. Y también que sólo la democracia, con su poderoso recurso de la convergencia de voluntades, es la única forma política que produce soluciones duraderas. A la democracia tenemos que apostar, si no queremos que sea la violencia la que hable. Por lo demás, en el continente  americano y en el europeo, paradigmas de la civilización occidental, la democracia prevalece. Las dictaduras son una afrenta y un tropiezo que impide el bienestar de los pueblos.

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