No hay duda de que los
tatuajes no agradan a Dios. Levítico 19: 28 es muy claro: “No te hagas cortes en el cuerpo por los muertos ni te hagas tatuajes en
la piel. Yo soy el Señor”. (Biblia Nueva Traducción Viviente, edición de
2010). El hecho de que este mandato pertenezca al Antiguo Testamento no le
quita vigencia en los tiempos actuales. Enfatizo en esto porque hay ciertas
posturas, entre los cristianos de hoy, muy dúctiles, según las cuales “si el
Nuevo Testamento no lo dice, no es obligante”. Creo que ello es un error porque
el Antiguo y el Nuevo Testamentos son partes complementarias de un solo cuerpo
doctrinal. Es verdad que hay algunos mandatos que del AT no se cumplen como,
por ejemplo, el del descanso sabático, el cual guardan los judíos ortodoxos y
los Adventistas del Séptimo Día. Pero este mandato tiene su equivalente en el
descanso dominical y, entre los judíos creyentes, forma parte de su tradición
histórica, inmanente a su fe. En mi opinión, casi todos los mandatos del AT, salvo
los rituales, complementan los del NT y deben cumplirse por los creyentes.
El tatuaje o los tatuajes
no son de Dios, no agradan a Dios y, por tanto, el llevarlos constituye una
ofensa a Dios, es decir, un pecado. Si alguien se ha hecho uno o varios
tatuajes y se convierte a Cristo, el arrepentimiento lo libra de ese pecado. Si
pudiera, no estaría demás quitárselo, pero se sabe que esto no es fácil y
podría ser costoso. Pero el hecho de aceptar a Cristo como Señor y Salvador y
continuar en su senda, anula todo efecto del pecado del tatuaje.
El tatuaje es tan maligno
que es anti-estético y otorga a la persona un aspecto feo donde lo lleve, lo
cual se hace ostensible si es en el rostro. Además, es un peligro para la salud
de la piel: sus hendiduras pueden infectarse y causar cáncer o pústulas. El
tatuaje ocasiona desagrado, incluso perturbación: sugiere demonismo, iconografía
satánica.
Hombres y mujeres, jóvenes de ambos
sexos: no acepten los tatuajes, rechácenlos, pues su engaño es presentarse
como una moda. No son una moda. Son una lazo del Maligno, enemigo de Dios y de
los hombres.
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