martes, 10 de noviembre de 2015

Si buscamos a Cristo

Con frecuencia la gente que está en el mundo se manifiesta indiferente frente a Dios y a Jesucristo. Su inserción en el mundo es tal que consideran que los problemas que los aquejan pueden ser resueltos en sus propias fuerzas. Por eso también con frecuencia van de decepción en decepción. Muchas veces Dios los llama a través de diversas señales (cuántas veces, por ejemplo, ven invitaciones en lugares públicos a acudir a reuniones o campañas donde Cristo es el centro de atención y actuación) y ante ellas responden con desdén. Ocurre entonces que cuando la vida los desborda y la aflicción, a menudo grave, los toca, vuelven sus ojos a Dios. Y esto no está mal porque si algo quiere el Señor es auxiliarnos y reconfortarnos. Pero no deja de ser lamentable que lleguen a los pies de Jesús cuando la vida los golpea, los hace jirones. Y el Señor se solaza en consolarlos, en sanarlos, en recibirlos con los brazos abiertos. Sin embargo cuando esto acontece, si no han acudido con deseo de corazón, la consecuencia es la retirada. Y, pasado algún tiempo, reinciden en el dolor infligido por el mundo y entonces la súplica interesada reaparece. El Señor seguramente volverá a auxiliarlos, pero es necesario que su conversión ante Jesús sea verdadera. Nada es comparable a esta conversión. Es, sin duda, lo más importante que puede acontecernos a los seres humanos. Porque cuando recibimos a Jesús como Señor y Salvador personal  la vida cambia por completo y, como dice la Palabra, "nacemos de nuevo". Y ello implica una decisión trascendental: nos retiramos del mundo y nos rendimos ante quien dio su vida por nuestra salvación. Morimos, pues, para el mundo y nacemos para Cristo Jesús.
No obstante, no esperemos a que la vida nos sacuda, nos aflija, nos estropee duramente. Busquemos a Dios y a su Hijo cuanto antes, aun cuando estemos en el confort o comodidad del mundo. Concienticémonos de que Ellos son la fuente de la vida, del amor, y nuestro refugio más seguro. Hagamos sin vacilación ni tardanza la exhortación de Jesús cuando estuvo entre nosotros: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33).

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