lunes, 6 de febrero de 2012



El viajero del siglo

          “El viajero del siglo” es la obra ganadora del premio Alfaguara de novela 2009. Su autor es un joven argentino llamado Andrés Neuman, nacido en 1977. Neuman, junto con otros jóvenes, algunos de los cuales también han ganado el Alfaguara, representa la generación relevo de la gran literatura en lengua española del siglo XXI. Esto fue lo que quiso decir  Roberto Bolaño poco antes de su muerte: “Tocado por la gracia –afirmó- la literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre”. En efecto, Neuman y otros como Santiago Roncagliolo, Xavier Velasco, Luis Leanté, Alberto Barrera Tyzka, Antonio Orlando Rodríguez etc., cuya edad promedio frisa los 40 años, han escrito obras de primera calidad en las que parece insinuarse una nueva sensibilidad secular determinada por la revolución digital, la multiculturalidad, la fusión racial, la supranacionalidad, la abolición sexista, el laicismo democrático. 
 “El viajero del siglo” es ante todo un prodigio del lenguaje. Escrita con  amenidad, es una síntesis admirable de claridad y alto logro estético. Si se me permite, diría que es una novela cultista en el sentido gongorino sin los excesos del término. Es decir, una novela en la que el autor se deja arrasar por la belleza de la palabra pero cuidándose de la plétora  y la innecesaria complejidad. En este sentido es una obra densamente poética en la cual la metáfora y sus variantes tropológicas están al servicio de una anécdota dinámica expuesta con una vasta erudición orientada por el placer de narrar.
La anécdota es igualmente prodigiosa: trátase de la historia de un joven alemán, infatigable viajero, que se asienta en una pequeña ciudad de la Alemania confederada y monárquica del siglo XIX, Wandernburgo. Es ésta sin duda una ciudad inventada,  especie de ciudad mágica, móvil en el sentido de que se transforma, cambia –sin dejar de ser ella misma- según el ánimo de sus moradores y visitantes. Hans, el joven trashumante, políglota a consecuencia de  sus innumerables viajes, llega a Wandernburgo para pasar una sola noche, en tránsito hacia Dessau. Pero el misterioso encanto de la ciudad hace que vaya posponiendo su partida en la medida en que se adentra en ella y traba amistad con el  organillero y más adelante con Sophie, los personajes  más descollantes de la novela. Al final Hans termina atrapado por el espíritu de Wandernburgo y sujeto del amor de Sophie, joven  burguesa de la alta sociedad comprometida con un aristócrata rico, Rudi Wilderhaus, cuya clase social se ve amenazada por la marea republicana trasvasada desde Francia por las invasiones napoleónicas. Hans y Sophie protagonizan un tórrido lance de amor en el que aquélla, una muchacha “fascinante y de carácter”, imbuida de las incipientes ideas en pro de la liberación de la mujer, no vacila en preferir al inteligente viajero y serle infiel a Wilderhaus en el vórtice de un desafío a los valores tradicionales cuya agonía  comienza.
No hay duda de que la novela hoy día es la modalidad narrativa por excelencia, y la narración el “único género extenso moderno”. Diríase incluso que la novela es de por sí la narración, es decir, ese único y extenso género moderno. “El viajero del siglo” lo demuestra. Porque Andrés Neuman no solo nos ofrece una maravillosa obra de ficción, sino también una integral panorámica de un pedazo del mundo, la Alemania y la Europa del siglo XIX en su tránsito hacia nuestros días.





     

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