Cuando veo los conflictos que vive el mundo (muy obvios estos
días en nuestro continente a propósito de los disturbios en Chile, Ecuador y
Bolivia) me convenzo de que en el fondo de los mismos subyace una crisis
espiritual profunda que revela un anhelo difícil de precisar porque el mundo se
ha llenado de logros materiales deseados por la mayoría, y a la larga
insatisfactorios. Ocurre que esa crisis ha tenido algunas respuestas de tipo
moral (igualdad en la riqueza, difusión de la solidaridad, fraternidad,
bienestar etc.) las cuales también han sido insuficientes. Para mí, solo hay
una respuesta válida: la búsqueda de Dios. Sin saberlo o intuyéndolo, los
pueblos, la gente, experimentan una gran necesidad de Dios. Y aciertan en esto
porque solo el llenarse de Dios da lugar a la paz. A la paz individual que es
predecesora de la paz social. Y cuando decimos "Dios" nos referimos a
la Deidad Trina -Padre, Hijo, Espíritu Santo-. Al aceptar a Jesús, Dios que se
hizo hombre, nuestra sensibilidad y nuestra percepción de los demás y del mundo
cambian completamente. Nos contagiamos de la tolerancia, la rectitud, el amor a
nuestro prójimo que caracterizaron al Maestro de Galilea. Por supuesto, estoy
hablando de quienes hacen una aceptación genuina de él y dan testimonio en toda
circunstancia.
De allí la
evidencia de que no son los sistemas los que arreglan el mundo. Países hay con
sistemas de organización social muy buenos que terminan en conflictos porque
están sobre un sustrato espiritual dudoso, como lo está demostrando Chile.
Mucho éxito, mucho progreso pero una moral quebrantada, liberal, permisiva (la
ley dispensadora del aborto, la de diversidad de género, etc.). Ni hablar de
los sistemas socialistas los cuales de entrada son problemáticos, opresivos,
ateos, estériles. Claro está que la felicidad total no existe porque el hombre
entregó el dominio del mundo al “príncipe de las tinieblas”. Pero si aceptamos
a Jesús, cambiaremos en él, y la paz reinará en nuestro corazón, nuestros
cuerpos se fortalecerán porque renunciaremos a los vicios y nos gozaremos en
hacer el bien. Así, las naciones con una importante población cristiana se
abocan igualmente a la paz y logran estabilidad política, prosperidad y
autoridad moral. Costa Rica es un ejemplo cercano a nosotros. También otros
países similares: Corea del Sur, Alemania, Nigeria, Kenia, Congo RD, Estados
Unidos, Brasil, China, Reino Unido, África del Sur, India (donde el cristianismo
se difunde por encima de multitud de religiones primitivas).
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